En una obra, ¿serán suficientes como ejes narrativos reuniones, huelgas y luchas sindicales, que empezaron a producirse en la década de los años veinte, más el agregado de una historia romántica, pero adúltera, adornado con un exceso de cantos, cuecas y boleros; para obtener una narración dramática en 100 minutos? ¿Será indicado que la dirección de actores no debe concederse licencias y aplicar mano firme a los pilares narrativos que sostienen la justificación del montaje en escena?
La obra “Almas Pérdidas”, escrita el año 1917, por el autor Antonio Acevedo Hernández (Angol. 1886 – 1962) habla de los inicios del sindicalismo en Chile, cuando los trabajadores, obreros y dueñas de casa, van adquiriendo conciencia social de su condición miserable y cómo sus derechos son pisoteados sistemáticamente por la oligarquía imperante que detentaba el poder político, económico y social. Dicha toma de conciencia de parte de los trabajadores y el inicio de la lucha sindical por lograr derechos que los dignificara, ha sido ardua, sistemática y los costos humanos que ha pagado, es alto. Las condiciones de vida a fines del siglo XIX eran inhumanas: el hacinamiento, condiciones de trabajo inseguras y altos índices de accidentes, pésima condición de higiene y alta mortalidad derivada por la silicosis; y todo ello, con un arbitrario sistema de pago con fichas, hicieron que se organizaran exigiendo mejores salarios y básicas condiciones de trabajo a los empresarios. Desde esa época se siguen sucediendo huelgas, rebeliones y sindicatos, que hasta hoy perdura. La obra narra las vidas de los vecinos de un conventillo capitalino en Noche de San Juan junto a los parroquianos de un garito cercano.
La inclusión de un registro fílmico solicitado expresamente por el autor Acevedo Hernández en las acotaciones, y que con acierto realiza Erwin Scheel; contextualiza la época, el vestuario, el ambiente y relaciones donde las opiniones de los empresarios y la persona que los va a traicionar, están presentes.
La escenografía, con un primer y segundo nivel seccionada en 6 piezas, dónde en simultáneo transcurre la existencia de 5 familias, vemos la compleja convivencia al transitar por un pasaje y patio común, estrecho y mal iluminado; teniendo al centro un boliche dónde venden vino, preciso estimulante para liberar rencillas que han sido acumuladas por la tóxica convivencia sin intimidad que las características arquitectónicas del conventillo posee, es un acierto que la compañía logra explotar al máximo.
Donde se aprecia relajo es en la dirección de actores que muestra altibajos entre los personajes jóvenes y los viejos, podríamos adelantar que es debido a la segmentación que utilizaron optando por una triada de co-dirección entre Nelda Muray; Carola Rebolledo y Carolina Araya; debido a que el logro obtenido en escena no luce compacto. Ello debilitó un texto que es flojo al no desarrollar en profundidad los temas narrativos y arcos dramáticos que la obra posee. Estos solo son presentados para luego limitarse a un deambular sin fin y enseguida cambiar de registro y pasar a los cantos y bailes, que vocal y visualmente están bien coreografiados; pero que no contribuyen a la evolución que de toda historia uno espera, distrayendo para escamotearnos la profundización del daseín. (El término Dasein es usado para identificar categóricamente la relación entre el ser humano y cualquier acción enfocada hacia el alcance de un propósito). Además de otros personajes que están sobrando y dilatan innecesariamente, no cumpliendo un rol importante salvo la presentación de un tipo humano, cómo son los inmigrantes y la labor que cumplen en el comercio y sociedad, formando el caleidoscopio diverso y social que comenzaba a constituirse.
El cierre se presenta de manera abrupta y no sigue la lógica anteriormente expuesta; por lo mismo, se debilita y queda la impresión que al integrar tantos elementos, personajes, bailes y cantos en paralelo a modo de un friso novelado, escuela literaria conocida como realismo social (algunos cultores son: Emile Zola, en Francia; Antón Chejov, en Rusia; Manuel Rojas, en Chile) y que es integrado por el romanticismo decimonónico del Siglo XIX; teniendo un fuerte compromiso ideológico y altísima conciencia social. La iglesia católica también lo toma como bandera de lucha y promueve la educación, la higiene y buenas costumbres; o sea, postula una toma de conciencia globalizada e integral, para dignificar al ser humano; transforma al montaje Almas Pérdidas en un ejercicio valedero y necesario, al continuar con la revisión de obras trascendentales del teatro chileno; que la compañía La Dramática Nacional, se ha dado como misión de su existencia.
El autor Acevedo Hernández al no ser partidario de un teatro escapista, como lo es la ópera y el teatro de comedia, lleva a escena los problemas reales que afectan a la sociedad; y a través de éstas temáticas y su forma de tratarlas, instruir al público mostrando lo que pasaba en el cotidiano. Es un teatro continuador de la línea de Pedro de la Barra, Armando Moock; dónde el escenario debía reflejar las aprehensiones que el pueblo padecía, con el imaginario teatral, simbólico y metafórico, como herramientas expresivas. Por lo tanto, la obra instala los inicios de las agrupaciones obreras en el país, motivadas por condiciones miserables de vida, extensos horarios de trabajo, inhumanos hacinamientos donde vivir, altos índices de alcoholismo y bajo promedio de escolaridad, todo ello revuelto posibilita la explotación y el abuso. Y que actualmente se repite en los nuevos campamentos del norte, específicamente en la ciudad de Antofagasta, con la irrupción de inmigrantes venidos de países vecinos. Por ello, la historia es cíclica, tan solo es presentada bajo nuevas luces y que el arte teatral lo toma de nuevo una y otra vez, para situarlas en lugares y espacios diferentes; eso sí, con otros nombres e intensidades que cada época posee en particular. Pero en el caso de Almas Pérdidas, no se logra profundizar con el tema político, sindical, social ni histórico en una atractiva narración dramática, por la excesiva proliferación de personajes que distrae, llevando la atención de un personaje a otro, no tomando ninguno el protagonismo porque el enfoque es una suerte de panóptico dramatúrgico, ello se refleja en la dirección escénica, en la estructuración temática, en el diseño escenográfico, en la seguidilla de cantos y bailes, que se disputan los primerísimos planos de exhibición sin ulterior desarrollo.
FICHA ARTÍSTICA
Obra: ALMAS PERDIDAS
Autor: Antonio Acevedo Hernández.
Compañía: La Dramática Nacional.
Director ejecutivo: Hugo Medina
Co-Directoras: Nelda Muray, Carolina Rebolledo, Carolina Araya.
Productora: Alejandra Pérez
Elenco: Agustín Moya, Jorge Rodríguez, Iñigo Urrutia, Giordano Rossi, Francisco Puelles, Paola Lucero, Katherine Campos, Emilio Sepúlveda, Roberto Vallejos, Francisco Cuevas, César Ramírez, Pablo San Martín, Leonardo De Luca Navarro, Carmen Demarta, Javier Araya, Nelda Muray Prado, Carolina Araya, Carola Rebolledo, Alejandra Pérez, Hugo Medina.
Director/a musical: Nicolás Rodríguez y Paola Lucero. Vestuarista y maquillaje: Camilo Saavedra. Director audiovisual: Erwin Scheel. Iluminadora: Fernanda Balcells. Sonidista: Marcelo Moraga. Escenógrafa: Loreto Martínez . Maestro de folklore: Osvaldo Cádiz. Profesores de baile: Laura Hernández y Carlos Liberona. Fotógrafa y Diseñadora Gráfica: Sumiko Muray Prado. Agente de Prensa: Sebastián Torrico. Maestro de Historia Social: Gabriel Salazar. Productor en Terreno: Álex Córdova. Edición y Mezcla de Sonido: Daniel Vargas. Grabación y Estudio de sonido: René Prado. Tramoya: Eduardo Seymour. Actor Escena Audiovisual: Óscar Hernández y Ricardo Carvajal. Transportista: Jorge Morales. Asesor en historia: Gian Reginato.
guillermo pallacán. editor