Cuando pensamos en rendir homenaje a un artista, esperamos transmitir de la manera más honesta, gratitud por su arte y entrega, admiración por los logros estéticos y valor por indagar nuevos caminos; lo que genera sentimientos por él/ella y que ha entregado generosamente a su público, a sus estudiantes y a sus seguidores.
Al seguir el homenajeado activo, sabríamos su opinión respecto al homenaje en vida, su punto de vista de acuerdo a lo planteado en el momento presente.
“Me gustaría ver” podríamos decir. Una y mil opciones dispone el lenguaje que nos daría infinitas posibilidades para modificar nuestra propuesta y adjetivar lo que vemos en el escenario.
La idea de todo creador es que su obra sea vista por muchas personas sin distingos. Que su obra sea universal. Muchos ojos y almas recibiendo esta información particular y expresiva, escogida y trabajada paso a paso y minuto a minuto por el creador: porque el artista se debe a su público.
Al visitar el Centro Cultural Matucana 100 y aventurarnos a ver el Homenaje a Patricio Bunster, lo primero que salta a la vista antes que inicie la función, es el homenaje rendido por su público. Un público haciendo una fila interminable para entrar a la sala del teatro es un regalo que Patricio Bunster merece de entrada. Eso ya es un privilegio. Un regalo inicial. Una sala llena. Un público ávido y dispuesto a aprender, recordar, conocer y vivir la obra del bailarín, actor, coreógrafo, director y, por sobre todo, maestro Patricio Bunster.
Hace poco tiempo, en una amena conversación, me cuestionaba sobre el legado de las escuelas, universidades o centros con talleres de arte escénico. Principalmente los cuestionamientos giraban en torno a la perspectiva de la institución y el sello que traen los intérpretes que egresan. A veces es fácil saber de cuál escuela viene tal artista, dado que trae impregnado el sello de la tendencia académica donde se formó, más que un vuelo personal y proceso creativo que va adquiriendo con los años de trabajo y oficio.
Menciono lo anterior, puesto que es precioso ver que un artista tan completo como Patricio Bunster, deja huellas desde lo energético y particular a un grupo tan heterogéneo y amplio de espectadores e intérpretes, que más allá de la escuela de origen, vibran con su arte, la danza.
En un escenario limpio, te encuentras con volumen, espacios y tiempo plasmados a través de recursos audiovisuales, que nos trasladan y remontan a antiguos pasajes de Patricio. Nos ayuda a comprender de manera casi vívida, sus formas y expresión de guía para los bailarines de ese entonces. Sin duda podemos recibir algo de esos consejos y llevarlos con nosotros.
Coreografías de autoría de Bunster como ‘Tui Sum’ estrenada en Alemania en 1978, con música de la primera escena de Catulli Carmina de Carl Off; ‘A pesar de Todo’, ballet en 4 escenas en homenaje a Victor Jara; ‘Aurora’, poema coreográfico estrenado por el Ballet Nacional Chileno en el año 1986; finalizando con ‘Palomos’ y ‘Poema XV’. Todas ellas se apoderan del escenario, con su presentación y contextualizando la atmósfera con el pasado, casi como un backstage de lo que veríamos, nos crean la ilusión y traen al director- autor al hoy.
Un elenco de ágiles y dispuestos bailarines, nos llevan por los paisajes y emociones que cada movimiento insinúa y crea.
Un espacio cubierto por cuerpos coordinados, trazos de desplazamiento que más allá de que sean movimientos aprendidos, deben fluir como sólo ellos pueden hacerlo. Hacen que se vea simple lo que tan complejo es, que sólo importe el instante y no piensen los años de práctica, si no que los hagan elevarse y mutar. Eso y mucho más es lo que nos entrega este gran grupo de danza.
Todo se mezcla con algo de lo audiovisual, el consejo del maestro que fue entregado hace décadas, hoy lo vemos en escena.
Se agradece mucho el juego de colores, texturas de los simples y puntuales elementos, que, sin duda, nos trasladan a un contexto económico y político determinado y clave en su vida y creación. El momento y la época es la que habla.
Innegables y danzados gestos promueven que el lenguaje se aúne, sin hablar con nosotros para entender tan solo con una mirada el juego del cuerpo, que gesticula y danza, que aterriza y vuela al mismo tiempo.
Con innumerables figuras, alturas y velocidades nos vamos a encontrar, así como también un carrusel de tránsitos y emociones, con cánones y fotos. Todo con una premisa contundente según sea la pieza que interpretan, que bajo la dirección de Manuela Bunster, deja muy enaltecido el nombre de Patricio. Ella, ha guiado por la partitura a esos cuerpos dispuestos lo que el maestro Bunster, legó; y vemos que se mantiene vívido en sus creaciones y alumnos.
En general y para concluir estos breves apuntes hallamos: una escenografía precisa que decorada por el elenco de danza, nos traslada a la vida y episodios creativos de Bunster, que acompañado de la música de grandes artistas como Violeta Parra y Víctor Jara nos traslada frente a su autor, donde el contexto de creación es claro y traspasa de emoción cada movimiento al rescatar el valioso y persistente legado de Patricio Bunster.
Hermosa y emotiva presentación, me trasladó a ese tiempo difícil que tan bien transmiten los bailarines en esta hermosa obra de danza. Muy acertados tus comentarios, que transmiten las sensaciones experimentadas al ver esta sentida y emocionante creación.