El cambio que se sufre con los tiempos, lleva a que algunos secretos nunca vayan a contarse ni revelarse.
Pero todas las cosas sufren de obsolescencia programada, que es aquello que tiene poca duración, símil memoria corta. Este país y su historia está sustentado en esos pilares.
La obra El País sin Duelo, escrita y dirigida por Cristian Flores Rebolledo; es sobre tiempos pretéritos, habla de la memoria y en específico, tributa a los objetos.
Porque los objetos rinden testimonio, transformándose en piezas forenses, donde anidan los códigos que al descifrarlos se reconstruye un tiempo catastrófico y catártico.
Arqueología teatral.
Y solo de esa forma se logran obtener las claves de lo sucedido y entender los razonamientos que imperan en los sistemas de convivencia de los tiempos actuales.
La historia, con interpretaciones de Carla Casali, Tamara Ferreira y Nuria Ortego Farré; muestra a una estudiante de tesis hablando por teléfono con su madre y abuela paterna. A través del diálogo intuimos a una madre aprehensiva; que sorpresivamente se aparecen por el departamento de la estudiante con la excusa de asistir al funeral de una amiga de ellas. Alicia, la amiga fallecida, jugó un rol importante en el pasado, cuando miembros de la familia estuvieron detenidos en dictadura.
El pasado que silenciosamente las ha acompañado, se manifiesta esa noche golpeándolas en diferentes rincones y profundidades del alma. El retorno comienza a manifestarse a través de la memoria. Una memoria ausente que los objetos anclan a una época y situación determinada, desempolvando las emociones cubiertas de olvido.
En la sala de teatro de la Universidad Mayor, la compañía Teatro Errante lleva a escena en ésta su quinta obra, El País sin Duelo, la temática de la violencia política ejercida en contra de las mujeres y, cómo sus consecuencias moldea a las generaciones al mantener en el tiempo la herida abierta. Pero, para no quedarse solamente en la escenificación teatral del tema, organizaron diálogos post función con personas que están reflexionando el tema desde distintas ópticas.
“Cantando espero la muerte, qué hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles, y en medio de las batallas” (Miguel Hernández. Vientos del pueblo me llevan)
La obra es el mundo femenino marcado por un hombre desaparecido. Un hombre arrancado de cuajo de aquel hogar, y que es mirado con diferentes egoísmos femeninos; que planean diversas soluciones para sobrellevar la existencia. Pero como los objetos marcan la personalidad del ausente, estos se hacen presentes en medio del silencio que ha proliferado durante años.
Retrato por ausencia que se arma a través de lo heredado.
Las tres actrices son coetáneas entre sí y logran diferenciar las distintas épocas que representan; donde, con acotados elementos de coquetería, se individualizan claramente. Una condición del ser de cada personaje, está determinado por el pelo: la abuela con el pelo sujetado en un moño, la madre crespo y desordenado y la estudiante el pelo largo y libre.
Pero existe un porcentaje grande de familiares de las víctimas que no se cuestionan la desaparición ni se intoxican con sentimientos vengativos: ejemplo de aquello es la abuela que no anda buscando a su hijo. Simplemente asume el destino colocado frente a sus ojos. Administra el silencio y la justicia en la medida de lo posible, sobreviviendo de la única manera que conoce: “echándole pa’ delante”; siendo aquello un “saber morir en vida”.
La esposa se evade recurriendo a mecanismos foráneos buscando placer para suplir el dolor. La hija y la generación que representa, busca conocer la historia indagando en información académica, en recuerdos que puedan proporcionar personas que sobrevivieron al horror y a secretos familiares que permanecen ocultos.
La pieza plantea el dilema de saber la verdad. Pero saber ¿para qué?; y una vez conocida esa verdad, ¿qué hacer con ella? Lo primero habría que saber porque no aflora esa verdad. Existen sistemas para conocer la verdad: una radica en los textos, libros de memorias y reportajes. Otra es acudir a las fuentes originales y escuchar de primer relato lo sucedido. Pero a la vez se suscitan otros problemas: ¿Lo escrito en los libros y textos, cuanto de verídico, de ficción o mito contiene? El otro inconveniente es lograr que un sobreviviente cuente su experiencia.
Se sabe que los sobrevivientes no quieren contar. No necesitan hacerlo. No quieren. Es su decisión. Respetémosla.
Ficha Artística: Elenco: Carla Casali Escudero, Tamara Ferreira Cáceres, Nury Ortego Farré. Asesoría teórica: Katharina Eitner Montgomery. Comunicaciones: Lorena Álvarez Chávez. Dirección y Dramaturgia: Cristian Flores Rebolledo. Co-dirección: Alfredo Basaure Espinoza. Diseño integral: Ricardo Romero Pérez. Universo sonoro: Felipe Alarcón Rojas. Producción general: José Luis Cifuentes Soto. Diseño Gráfico: Alejandro Délano Águila. Fotografía: Universidad Mayor.
Guillermo Pallacán. Editor.