La editorial Mago ediciones desde el año 2010 organiza un concurso de dramaturgia para autores menores de 40 años, con la finalidad de instalar nuevas obras y lenguajes en la escena nacional, en paralelo a los textos clásicos que posee su catálogo. Además de tener una excelente acogida en el formato libro, porque el premio consiste en editar el texto, las obras ganadoras han sido llevadas a escena con éxito. La autora ganadora de la última versión es Marién Jara de Hostos Hidalgo, con la obra Carcinoma. La presentación y lanzamiento del formato libro estuvo bajo la responsabilidad del académico y doctor en Literatura Hispánica Hugo Herrera Pardo. A continuación reproducimos dicha alocución:
“Si bien esta obra tanto en su título como en sus problemas tratados y dramatizados se sitúa en lo latente, en lo sintomático, en aquello que no podemos observar de manera clara o explícita pero que, no obstante, nos amenaza, nos hace daño y en algún momento irrumpe; si bien, digo, esto es lo que la obra insinúa, de entrada nos damos cuenta que para construir la tensión su dramaturga opta por poner el énfasis en su contrario. Es decir, en el disfraz, en la máscara en el sentido nietzscheano (a cuya autoría, por cierto, corresponde el epígrafe de este texto), en aquel disfraz que se nos vende o que incluso nosotras y nosotros mismos llegamos a auto-vendernos en la dinámica propia impuesta por la racionalidad neoliberal. A lo largo de la interacción entre Sofía, su voz cancerígena y el silencio, nos encontramos con puntos de vista que nos empujan a pensar los sentidos de esta dinámica entre el disfraz con que se nos engaña y, a la vez, con el que nos autoengañamos y lo que permanece al acecho, pero solapado.
Por ejemplo, en una de sus intervenciones la Voz le increpa a Sofía estar presa de “dicotomías inflexibles”. En este sentido, el funcionamiento de Carcinoma es plenamente irónico, entendiendo tal término en su sentido estricto, esto es, aquello que se hace y deshace constantemente a la manera del tejido de Penélope, aquello que siempre recomienza su labor, aquello que del derecho o del revés, nunca deja de hacer. Aquello que, como es en el caso de Carcinoma, puede ser incluso la vida. Es de esta forma que Carcinoma nos interpela a lo largo de sus escenas, de sus diálogos, de sus didascalias con respecto al cáncer como metáfora, no solo enfermando e hiriendo nuestros cuerpos, sino que también causando una herida, una enfermedad que es social, que es política. En esta dimensión nos interpela Carcinoma en su entramado dramático, desde lo que comemos y bebemos diariamente, hasta el lenguaje tanto cotidiano como técnico que empleamos para referirnos a cosas que nos suceden y que se plasman en nuestros cuerpos (¿tumor moderadamente diferenciado? ¿agudizar el tratamiento? ¿Carcinoma ductal infiltrante? ¿Ganglio centinela?); desde las relaciones sociales que construimos, y que pueden llegar a enfermarnos, hasta el patriarcalismo que figura como factor decisivo en la enfermedad de la protagonista, en tanto estructurante de las relaciones sociales dañinas o cancerígenas.
Como la labor fantasma de la ironía se asemeja a la trama de Penélope en su hacer y deshacer constantes, no se conforma, entonces, con anular el hacer con el deshacer, de manera que el equilibrio se recomponga después de la partida como si no hubiera pasado nada. Muy por el contrario, la ironía demuele sin reconstruir de forma explícita. De este modo, por las hebras del entramado irónico tejidas por la autora Marién en Carcinoma, vuelve amenazante y reprimido el dolor, el sufrimiento, lo dramático propiamente tal. En este punto el lector/espectador se da cuenta que en su avance irónico el texto no ha hecho si no demoler. Sin embargo, y como ya se nos ha advertido, debemos ser capaces de enfrentar las dicotomías inflexibles. El texto para ello ha preparado su propio antídoto, podríamos decir, irónicamente, que ha preparado su propia agudización del tratamiento. Entre ensoñación y deseo, entre ironía y drama, entre escritura y vida, el texto ha ido trabajando lentamente una de sus imágenes finales con la cual enfrentar posibles dicotomías inflexibles. Esta imagen es la siguiente:
SOFÍA.- … como una bailarina marina, que gira formando olas, mientras entra y sale del agua, dejando una huella de burbujas que la persiguen junto al sol. Se le puede ver su sombra, que está tan sana y vigorosa como ella. Se ve feliz. Se siente libre.
Cuando miro hacia atrás pienso que esta es una escena metafórica muy afín simbólicamente a su forma de ser, a su historia. “