
Llegó a mis manos un libro que resulta ser mucho más que un compendio de reseñas: se trata de un ejercicio de memoria viva del periodista Pedro Labra Herrera, quien ejerció como crítico teatral durante más de cuarenta años en medios impresos como la desaparecida Revista Cosas, el diario La Segunda y en el diario El Mercurio, entre otros.
Publicado bajo el sello Ediciones Liberalia, el volumen consta de 271 páginas que condensan un valioso testimonio profesional. A través de sus palabras, Labra rescata y documenta un amplio repertorio de obras teatrales chilenas, muchas de las cuales, surgidas a fines del siglo XX, se han consolidado como referentes fundamentales del teatro chileno en el siglo XXI.
Lo que destaca en este trabajo no es solo la variedad y profundidad de las piezas comentadas, sino el enfoque desde el cual Labra se aproxima al fenómeno escénico. Su rol como crítico teatral se define desde una práctica intuitiva y sensible al hecho artístico, alejada de todo formalismo académico. Esta mirada lo sitúa en un oficio que, en Chile, ha sido históricamente escaso y muchas veces desvalorizado.
Vale la pena subrayar que la crítica teatral en nuestro país ha sido tradicionalmente una labor autodidacta, ejercida por periodistas que, movidos por una sensibilidad particular, derivan hacia el análisis del teatro presencial. Labra encarna con fidelidad esa trayectoria: la de quien observa, reflexiona y escribe no desde un lugar de superioridad, sino desde una atenta complicidad con la escena.
Este libro, más que un simple registro, constituye un gesto de preservación crítica: frente al olvido, frente al vertiginoso ritmo con que la información se produce, circula y se reemplaza, junto a la desaparición de espacios para la crítica cultural en los medios masivos. Se vuelve así un documento indispensable para quienes buscan comprender el devenir del teatro chileno desde la perspectiva de quien lo acompañó, lo interpretó y le dio vida en el escenario.
Este ejercicio de memoria reciente nos permite tender un puente con la tradición crítica del pasado. Podemos situar a Pedro Labra como parte de una línea de continuidad que incluye figuras clave como Natanael Yáñez Silva, Critilo (seudónimo de Antonio Romera), Hans Hermann y el intelectual del Instituto de Teatro de la Universidad de Chile, Orlando Rodríguez. También fue coetáneo de Yolanda Montecinos, Leopoldo Pulgar y Juan Andrés Piña, este último más visible durante los años de la Transición democrática.
Para quienes estudiamos el teatro chileno, el rescate de sus críticas a lo largo del tiempo, constituye una fuente documental valiosa para conectar las transformaciones del campo cultural con sus conflictividades, persistencias y desplazamientos a fines del siglo XX. Entre los elencos y obras reseñados por Labra, figuran nombres fundamentales como Ramón Griffero, La Troppa, el Gran Circo Teatro de la icónica figura de Andrés Pérez, Teatro del Siglo XX,Teatro del Silencio, entre otros.
También es significativo el lugar que otorga a artistas y dramaturgos que, habiendo emergido en los años setenta como jóvenes promesas, sobrevivieron a la debacle autoritaria y persistieron en la escena. Entre ellos, se encuentran figuras como Patricio Solovera, músico teatral, Alejandro Castillo, actor del DETUCH y discípulo de la escuela francesa de Claude Régy,David Benavente, entre otros.
Sin proponérselo explícitamente, este libro se convierte también en un valioso material de consulta para investigadores, estudiantes y público del teatro que buscan comprender las dinámicas del quehacer escénico chileno en las últimas décadas. Al reunir una mirada sostenida en el tiempo, Pedro Labra Herrera no solo deja testimonio de su oficio, sino que contribuye —quizás de forma inconsciente— a tender un puente entre el pasado teatral chileno y el presente cultural. Su archivo crítico, forjado desde la observación constante, nos invita a leer la historia reciente del teatro como parte de una memoria viva en permanente transformación.
Daniela Wallffiguer Belmar.