La guionista y dramaturga chilena Paula Parra Bruna resultó una de las premiadas en el IX Festival Internacional Femenino “La Escritura de la/s Diferencia/s”, con el texto Mamut. Paula es guionista y dramaturga residente en España. Licenciada en dramaturgia por la Real Escuela Superior de Arte Dramático (Madrid), y Máster en guión de cine y televisión, Universidad Carlos III (Madrid). Antes de trabajar como guionista se dedicó durante años a la música. Ha tocado en destacadas bandas chilenas, entre las que se encuentra Mammasoul, nominadas a Grammy Latino en 2002. Como guionista de ficción ha trabajado para Mega, CHV, TVN, PAROX y Telemundo. Su trayectoria como dramaturga comienza en 2001, cuando su obra “Bajo la Lluvia” gana el primer lugar en el Concurso Nacional de Dramaturgia de mujeres “La Memoria En Escena”, organizado por el Centro de Estudios en América Latina de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile y Corporación de Desarrollo de la Mujer, La Morada. La obra se estrenó en la Sala Sergio Aguirre, de la Universidad de Chile, con posteriores temporadas en Teatro de Bolsillo en 2002 y Festival Internacional de Teatro a Mil de 2003. En 2009 se adjudica una Beca Fondart para la escritura de la obra de teatro musical “Chile, un país espectacular”, que escribe junto a la dirección musical de Gabriela Ahumada. En 2012 estrena “El Viaje de Julieta” en Teatro Mori Bellavista, y en 2018 su texto “Al lado del Camino” se estrena en las salas de Microteatro de Madrid.
Para conocer a la autora y los componentes que definen su escritura, además de interiorizarnos del texto ganador, conversamos con Paula y estas fueron sus respuestas a nuestras inquietudes.
Háblanos Paula, de la obra “Mamut”, ¿Qué motivó la escritura de esta historia y en qué consiste?
Mamut narra la historia de un barrio a través de sus habitantes, a lo largo de varias décadas. Es una historia coral que se inicia con tres sucesos que ocurren en el barrio: el atropello de una niña, el secuestro de dos hermanos y la muerte de Marta, una prostituta que vivía y trabajaba en el barrio, compañera de colegio de varias de las madres que forman parte de esta historia. A través de estos sucesos se comienza a contar la vida de los vecinos y de cómo viven el progreso del barrio, que parte con la instalación de un cajero automático y termina cien años después, en un mundo casi exclusivamente virtual.
¿Qué influencia o importancia tuvo en la historia Mamut, el hecho que estés viviendo en España?
Mirar Chile desde fuera yo creo que permite otra mirada. No digo que sea una mirada mejor ni peor, tiene un poco de ambas. Por un lado, me pierdo el día a día y empiezo a romantizar ciertas cosas. Por otro lado, al mirar el país con distancia, analizo cosas que cuando estaba en Chile no me daba cuenta o las veía de otra manera. Yo trabajo como guionista, es un trabajo intenso y demandante. El contexto en el que escribí Mamut fue mientras escribía un guión de largometraje que requería mucho cuidado con el lenguaje, la estructura y las formalidades de la escritura de guión. Me sentía muy frustrada. Al final salió todo bien, encontré el camino, pero en mitad de todo esto me puse a escribir Mamut. La escribí con tanta libertad y ganas, que yo creo que me ayudó a enfrentar la escritura del largo. No sé si a los demás guionistas y dramaturgos les funciona este “método” de escribir dos historias a la vez, pero a mí sí. Por eso siempre digo que los métodos son muy personales y distintos, dependiendo de la historia. Yo descanso en el teatro, no es mi fuente de ingresos, no influye en mi economía. Si tuviera que escribir teatro pensando que lo tengo que vender, no sé si esto influiría en mi escritura. Es muy difícil vivir del teatro y admiro a la gente que lo hace. Ellos juegan en una liga distinta. Yo no me siento con mucha propiedad para hablar de teatro.
¿En qué momento de tu existencia decidiste dedicarte a la escritura dramática y cuáles serían tus principales referentes?
Yo me di una vuelta bien larga antes de llegar a escribir. Empecé haciendo teatro en el colegio, bien chica. Me fascinó desde la primera vez que fui a ver una obra. Pero nunca pensé que podía escribirlo, pensé que si me gustaba el teatro tenía que actuar. Y eso hice, empecé actuando, pero en el camino se cruzó la música en mi vida y fue un caos total, porque fui de un lado al otro sin saber con qué me iba a quedar al final. Estudiando teatro me di cuenta que podía escribir. Jaime Silva, un profesor de la escuela me dijo que tenía que dejar de estudiar actuación, irme a viajar por el mundo y dedicarme a escribir. Él me dio la energía que necesitaba para seguir intentándolo. Dejé la escuela de teatro, me dediqué a tocar la batería y a escribir. Toqué en varias bandas de música, entre ellas Venus y Mammasoul, esta última fue muy importante porque ahí encontré amigas que conservo hasta hoy. Tocando con Mammasoul me di cuenta que la música no me llenaba del todo. Cuando pensaba en mi futuro y me imaginaba saliendo a tocar la batería de noche con setenta años, no me gustaba nada la imagen, pero cuando me imaginaba escribiendo, me parecía más agradable. Yo creo estar en un escenario nunca me gustó. Y eso que al baterista nadie lo ve. Lo dejé todo en Chile y me vine a España a estudiar Licenciatura en Dramaturgia en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. No tenía dinero, creo que llegué con 500 euros a España. Me preparé para dar la prueba de admisión, me seleccionaron y estuve cinco años estudiando y trabajando como camarera a la vez.
En cuanto a mis referentes, los primeros fueron Samuel Beckett y Jorge Díaz. Hoy en día me gusta mucho el teatro de Dea Loher.
Tus imaginarios a la hora de escribir, ¿afloran desde situaciones que te han sucedido, te han contado terceras personas, o son investigaciones que realizas en la historia familiar? ¿Cómo abordas una historia?
Todas las anteriores. No tengo un método concreto para crear una historia. Llegan de distintas partes. En el caso de Mamut, la idea de la madre a la que secuestran a sus hijos viene de una noticia real y del tratamiento que daban a esa madre, siempre intentando culparla indirectamente de la tragedia. A las madres se las cuestiona y se las culpa constantemente, tienen que ser intachables, una especie de santas para poder pasar el escrutinio público. Cuando se estrenó el documental de Michael Jackson, donde dos de sus víctimas cuentan los abusos a los que fueron sometidos, la gente lo primero que hacía era culpar a las madres de estos niños por dejarlos con Michael Jackson. Se les olvidó por completo que es con el supuesto abusador con el que empieza esa lamentable historia. Por otro lado, está una historia que me contó una vez una amiga, sobre un carnaval que se hacía en un lugar de Brasil que no recuerdo el nombre, en memoria de una prostituta que había sido asesinada allí. Los habitantes de ese lugar transformaron una tragedia en un carnaval. No lo hicieron para correr un tupido velo sobre lo ocurrido, sino para todo lo contrario, para que nadie se olvidara de lo que había pasado. Y me pareció brillante e inspirador. El tema de los abusos que vive constantemente una de las protagonistas tiene que ver con la memoria colectiva de las mujeres que conozco. El transporte público era el set principal de los abusos en la infancia, además del tío manos largas, el cura o al amigo del papá o quién fuera, siempre había alguien rondando. Muchas de nosotras normalizamos esos abusos como si fueran parte de la vida, por eso es tan importante lo que está pasando ahora. A mí me costó años asumir que había vivido varios episodios de abuso en mi infancia y adolescencia. Para terminar, está el tema de la muerte. Forma parte de mi escritura y aparece con formas distintas, casi siempre con un tono de humor, que no hace más que delatar una especie de risa nerviosa. La muerte como esa parte ineludible de la condición humana que yo creo nos atormenta más de lo que pensamos. O al menos así lo vivo yo.
¿Con respecto a tus preocupaciones iniciales al momento que decides ser dramaturga, tienen que ver con qué aspectos; me refiero al ámbito personal, social, político, existencial, religioso? ¿Desde donde te ubicas para escribir y, si estas conforme con lo que quieres expresar? O, ¿hay ámbitos que no te han dejado conforme con el resultado final?
Soy lesbiana, de origen humilde, de izquierda, feminista incluyente, lo digo para diferenciarme del feminismo que excluye a mujeres trans. Es una lástima tener que aclararlo, pero es necesario. Yo creo que es inevitable que todo esto que forma parte de quien soy esté en mi escritura.
¿Cuál es tu metodología para escribir? ¿Trabajas solo el texto, escribes con algún referente de intérprete en tu mente o simplemente vas vislumbrando imágenes, situaciones, diálogos, y después le das coherencia narrativa?
No tengo una metodología para escribir. Cada historia necesita una forma distinta. A veces partes de una imagen, de una historia, de un nombre. Hace años trabajé dos días cuidando a los niños de una clase que daban la prueba Simce, y al pasar la lista apareció un nombre que me generó rápidamente un montón de imágenes y escribí una obra sobre un hombre llamado como ese niño: Lorenzo Alonso Taconi Taconi. Lo que no me ha pasado nunca es escribir con un referente de intérprete en mi mente.
Al momento de escribir teatro, ¿Qué importancia le das al público en esa instancia de la creación o del trabajo en solitario como es la escritura?
No aparece el público en mi etapa de escritura.
Han surgido muchas dramaturgas en los últimos años copando la escena teatral. ¿Cómo ves ese movimiento? ¿Es orgánico en ciertos aspectos? ¿Notas distintas voces? ¿Cómo adviertes esta proliferación de miradas femeninas?
Hay muchísimas más dramaturgas que en mi juventud. ¡Y más bateristas también! Las mujeres están recuperando el espacio perdido en todas las disciplinas artísticas.
Si tuvieras que hacer un diagnóstico de la dramaturgia actual de mujeres en Chile y España: ¿Cuáles serían sus componentes relevantes, según tu criterio?
Yo llevo casi diez años trabajando como guionista y este ha sido mi mundo. No puedo hacer un diagnóstico porque no tengo las herramientas. Hay personas mucho más preparadas que yo para hacerlo. Te puedo decir que sigo yendo al teatro, nunca he dejado de verlo. En Chile, la dramaturga Carla Zúñiga me impactó cuando la descubrí. Es lo que espero sentir y ver cuando voy al teatro: emoción, punto de vista poco heterodoxo, visualmente atractivo, una búsqueda del lenguaje que difiere del teatro más tradicional. Yo cuando voy al teatro espero algo, cada persona espera una cosa distinta. A mí me gusta que me cuenten una historia con un grado de experimentación y de búsqueda. Carla es una mujer de teatro, ha apostado por él y ha perseverado con todas las dificultades que esto tiene en Chile. En España destaco a María Velasco. El año pasado estuvo en el Teatro Español con una obra inspirada libremente en La espuma de los días de Boris Vian, unos meses después estaba con Taxi Girl en el Teatro María Guerrero, un triángulo amoroso entre Anaïs Nin, June Mansfield y Henry Miller, y ahora esta trabajando en la adaptación para el Teatro de la Zarzuela. Lola Arias me parece un nombre ineludible al hablar de dramaturgia. Me pareció impactante lo que hizo en Campo Minado.
¿Has visto el teatro que se ha hecho por la plataforma online zoom? Y si es así, qué opinión te merece lo que has visto, la forma en que se ha visualizado estas obras llamadas teatrales, su dramaturgia, las actuaciones, etc.
No lo he visto y por el momento no tengo ganas. Prefiero esperar y volver al teatro sin pantallas de por medio. A pesar de esto, me parece completamente lógico que las compañías hayan encontrado este espacio alternativo en medio de la pandemia. Espero lo mismo que espero con los bares que en España se han tomado parte del espacio público para poner mesas y poder trabajar, que cuando la emergencia sanitaria se termine, esas mesas vuelvan a su lugar. No estoy comparando el teatro con un bar, me he valido de esta idea para explicarme.
¿En qué historia y/o proyecto estás trabajando en estos momentos?
Hace dos años que estoy concentrada en crear mis propias historias para cine y televisión, porque hasta ahora he trabajado desarrollando historias de otras creadoras y creadores. Es un camino largo, no sé si lo voy a conseguir, pero lo voy a seguir intentando. También quiero retomar la escritura de teatro de manera más constante. Este premio que he recibido me anima y me da confianza. Si la obra se monta en Cuba haré todo lo posible por ir a verla.