Los conejos y las liebres han sido fuente de inspiración de varios cineastas del terror de nuestro siglo. No es raro, por tanto, encontrarnos con ellos también en el teatro para generar, en el mejor de los casos, la misma sensación. La presente crítica tiene por objeto hacer un ejercicio de apreciación a dos obras que vimos por curiosidad ante su categoría de “terror”: Lo oscuro se esconde debajo de la alfombra y El Orfanato.
La obra Lo oscuro se esconde… es de la compañía Teatro La Liebre, escrita y dirigida por Ángela Urrutia, y presentada en el Festival Santiago a Mil; mientras que El Orfanato pertenece a La Trama Compañía, escrita y dirigida por Stephie Bastías, que tuvo lugar en el Festival Santiago Off. El argumento de la primera versa sobre una cineasta fracasada que, despechada por su pareja, celebra su cumpleaños en soledad mientras intenta realizar su último proyecto audiovisual. La segunda obra trata sobre un grupo de niñas (al parecer alemanas) enclaustradas en un sitio que, tras ser testigos de una tragedia, serán víctimas de una serie de episodios delirantes.
En ambas obras hay un tratamiento de la muerte que resulta ser la guinda de la torta, como aquel elemento que alivia los pesares del cuerpo. Por un lado, el cuerpo depresivo y, por otro, los cuerpos abusados de las niñas huérfanas. El acto en común de muerte es el suicidio. En El Orfanato se concreta desde un comienzo, como punto de partida; en Lo oscuro se esconde… es una promesa irresoluta, casi absurda. Ahora bien, el elemento que interpretamos como prolepsis de aquel acto es el uso simulado de cadáveres de conejos y liebres respectivamente.
Los conejos y las liebres en el arte, la literatura y el cine han sido utilizados en dos grandes ámbitos: 1) siendo contenido infantil, como animales amigables y tiernos, incluso domesticables, ¿quién no deseó tener un esponjoso conejo de mascota cuando niña o niño, como el tierno Tambor de Bambi? ¿O ser tan veloz como la liebre de Esopo, aunque –spoiler- pierda la carrera?; 2) cuando el público objetivo ya no son las niñas y niños, el rol de estos animales se modifica y algo que en la infancia nos resultaba tan familiar puede volverse ominoso, es decir, se da ocasión al aparecimiento de un completo extraño, ya sea pornográfico o terrorífico.
En las obras, podemos asociar la figura de éstos lepóridos a una representación simbólica del rol de las protagonistas en el relato. Por una parte, podemos ver a los personajes principales como presas de una fuerza mayor. En el caso de El Orfanato, las niñas son controladas por aquella voz que las observa y les da órdenes durante la obra. En Lo oscuro se esconde…, la protagonista es presa de su depresión, quien la lleva a tomar decisiones arriesgadas y apresuradas. Ambas fuerzas superiores guían a los personajes a la muerte. Por otra parte, está la capacidad fecundadora tanto de la liebre como del conejo. En la obra dirigida por Urrutia, el personaje a pesar de estar al borde del suicidio decide crear su última película a modo de trascender con su arte. Todo lo que la rodea la inspira a crear un producto artístico y pareciera ser esto lo que la mantiene con vida durante la obra; o bien, aquello que la acerca cada vez más a su muerte. En la obra dirigida por Bastías, en cambio, es dicha capacidad fecundadora la que las conduce al deseo de morir, puesto que son obligadas a la reproducción. En ambas obras se entrecruzan la vida y la muerte resumiéndose en representación de la figura de un cadáver de dichos animales. Sin embargo, al poner atención en la morfología de estas representaciones de cadáveres, la figura de estos lepóridos fisura los significados mencionados y a la vez la convención misma de estar frente a la muerte.
El escritor colombiano Julio Paredes, en una entrevista sobre su novela Aves Inmóviles, nos menciona que “una taxidermia que no es perfecta, que no se ajusta a la anatomía o que no estudia suficiente la postura de un animal según su hábitat, da como resultado algo muy feo”. Para Paredes, la taxidermia involucra un acuerdo intrínseco con los espectadores al igual que la ficción, ya que ambas se elaboran con el objeto de un convencimiento, de un engaño a sabiendas.
Ahora bien, el problema no es que los objetos conejo-liebre sean falsos o no taxidermias reales, sino que buscan al contrario ser plenamente cadáveres, no la suspensión de un momento vital del animal, sino la concreción misma de la muerte. Sin embargo, aquel sentimiento angustioso es truncado por su mera aparición de “truco del sombrero”, sin llevar a cabo la invención conjunta de la taxidermia-ficción y, con ello, su ominosidad. La prolepsis de muerte no se acaba de anunciar en Lo oscuro se esconde…, del mismo modo en que la taxidermia-liebre deviene peluche más que cadáver. Desemboca en la inverosimilitud de su propia ficción en general: la supuesta crítica hacia un capitalismo tardío se intoxica con los mismos antidepresivos que la joven cineasta utiliza para evadir su fracaso. El torpe aviso de una muerte que se equivoca de puerta. El efecto por parte de El Orfanato, si bien es distinto, ya que no se explicita la taxidermia, es de una insistencia abrumadora que lleva a la misma inverosimilitud: se usa una máscara de conejo, las actrices comen zanahorias, aparecen supuestos cadáveres de conejos, etc. Llega a un punto tal que el signo-conejo pierde toda significancia, se torna un mero efecto serial al igual que su equivalente mainstream. En su caso, la muerte no se equivocó de puerta, sino que se aburrió de dar aviso.
Vale decir que esta “taxidermia-ficción” la pensamos en tanto tratamiento de un recurso escénico que pudo haber sido, pero no fue, una experiencia terrorífica. Lo cual, por lo demás, nos desilusionó bastante. Igualmente, al momento de relacionar la taxidermia con la ficción, podríamos pensar el teatro en sí como un resultado taxidérmico. Sin embargo, en este caso, la asociamos con las figuras del conejo y la liebre por su estrecha relación con la muerte propuesta en las obras. Por tanto, el problema aquí pareciera ser más bien respecto a la taxonomía “obra de terror” y su predisposición. Pero, ¿qué es una experiencia terrorífica en el teatro?
Blasfemia X
En su libro Lo raro y lo espeluznante, si bien Fisher hace la aclaración de que la sensación de inquietud y terror no están necesariamente vinculados a ambos conceptos, estos podrían inducirlos. Para el autor, quien se suicidó, lo raro y lo espeluznante son categorías que se desprenden de lo unheimlich freudiano para profundizar en su aspecto exterior. Aquello lo usa como medio para pensar las fuerzas que rigen a la sociedad capitalista, dando cuenta que, ante su incomprensión, es la sensación de lo espeluznante lo que baña nuestro cuerpo.
En el caso de Lo oscuro se esconde…, se nos hace inevitable preguntarnos, por ejemplo, sobre lo verdaderamente oscuro, aquello que se quedó bajo la alfombra. Es decir, preguntar por el criterio con el cual se seleccionó esta obra en un reconocido festival de teatro, ¿qué fuerzas rigieron en tal decisión? Por su parte, El Orfanato nos permite pensar internamente las estrategias desplegadas con las cuales se pretende generar la sensación de terror. No obstante, ante sus efectos viciados, la experiencia terrorífica del mismo naturaliza incluso su extrañamiento. Lo que vemos en escena en ambas obras es, más bien, un lepórido que en su desarrollo termina por descoserse a un grado tal que, al finalizar, solo queda de él el algodoncillo con que fue rellenado alguna vez.
FICHA TÉCNICA: Lo oscuro se esconde debajo la alfombra
Dramaturgia y dirección: Ángela Urrutia. / Asistencia de dirección: Matías González. / Diseño integral: Angela Urrutia y Matías González. / Producción: Francisca Kettlun. / Elenco: Camilo Yanko. Micaela Quaroni. Matías González. Angela Urrutia. Katalina Urrutia. Luciano Besares. /Operadora lumínica: Lukas Zúñiga. / Sonido: Ángel Rubio.
FICHA TÉCNICA: El Orfanato
Dirección y Dramaturgia: Stephie Bastias / Asistencia: Valeria Leyton / Elenco: Valentina Ruz – Michelle Mella – Julia Lubbert – Juanita Lara -Valeria Leyton. / Diseño Iluminación: José Carrera / Musicalización: Vicente Cuadros / Operadores técnicos: Roby Rebolledo – Boris Calderón / Realización de vestuarios: Jessica Anahí. / Voz: Heidrun Breier. / Coreografía: Natalia Arancibia. / Diseños Y Realizaciones: Carolina Lavín.
Por María Francisca Pérez e Ignacio Barrales-Parra