El Centro Cultural “El Hormiguero”, de la ciudad distrital de México, está realizando funciones presenciales de la obra: Dos Mujeres y un Caballo a Punto de Saltar; de la directora y dramaturga colombiana Claudia Tobo. La autora, también actriz, conocida nuestra porque visitó el país presentando el unipersonal Mariela Navas; en la sala de teatro Taller Siglo XX Yolanda Hurtado, en un ciclo de invierno del Corredor Latinoamericano de Teatro, realizado en el ciclo 2017-2018; presenta en esta ocasión una pieza contingente y actual, como ha sido toda la escritura de la autora; donde en medio de una catástrofe que transita el planeta, dos amigas realizan el ejercicio mediático de pararse frente a un espejo, para intercambiar lo que amplifica el reflejo.
La obra que se presenta durante el mes de Junio, también conocido como espectáculo híbrido, enfrenta a dos mujeres en un contexto especial que les posibilita examinar las decisiones que tomaron en sus vidas y las repercusiones que acarreó.
El repaso de la existencia que se ha vivido en un lapso de tiempo, normalmente se realiza cuando se alcanza o se viven momentos críticos. Cuando está en peligro la sobrevivencia. Esta obra nace en ese contexto. En estos dos últimos años, la existencia humana ha estado como nunca en peligro de desaparecer y de hecho, muchas personas han dejado este mundo. Han partido a otro.
Un aspecto de esta historia escrita por Claudia Tobo, está situada en el otro mundo. Y, al partir de este plano terrenal: ¿qué se habla cuando estamos en otro mundo, que se recuerda, que se anhela, que se desea?
La historia muestra a las amigas Bea y Antonia cuando se encuentran en el más allá para emborracharse: cerraron un pacto en vida en el que prometieron esperarse una a la otra y ha llegado el momento del reencuentro. Bea se suicidó con treinta años y Antonia acaba de morir de cáncer a sus cuarenta y cinco años. Bea y Antonia tienen mucho que decirse y recordar mientras esperan en este limbo incierto en el que solo hay mezcal, flores y un caballo blanco que no se sabe cómo llegó hasta allí.
Estas dos amigas recuerdan mientras se cuestionan que el viaje terminó. Lo que no saben es que los recuerdos se agotan y que algunos al no tener lógica racional terminan por derrumbarse.
A pesar que el espacio escénico en que transcurre la pieza, reduce la respiración que necesita la historia, el lugar y el tempo de la apostasía: la disposición de mundo que propone el montaje, un colgante a modo de muro fronterizo entre ambos estados y un cubo como silla, posibilita la articulación significativa de la obra, y el cual es entender la vida, el tránsito existencial. El trasfondo de las verdades que ambas consecutivamente se expresan, genera el enfrentamiento en sus caprichos e injusticias, tal como sucede a diario en la sociedad que actúa como eco recurrente de estos discursos. El propósito de los discursos tiene como norte la exposición de las heridas que la construcción del género las ha inscrito en una identidad gestada en la desigualdad y la violencia que, fortalecida a través de siglos de indiferencia y marginalidad, amplifica problemas reales o ficticios, no logrando correr las fronteras conocidas.
Problemas como la importancia e influencia del peso genético que dejan como legado principal de sororidad, permite visibilizar las estructuras que sustentan uno y otro ejercicio de existencia, como agudo contrapeso de la falsificación existencial que permanece en cuestionamiento a lo largo de la obra, y que con su mención no alcanza para conformar la solidez que el tema amerita, aunque su pronunciación genere la realidad cuestionada.
La suma de otro elemento recurrente que aumenta el vacío y desapego existencial de ambas, estriba en las similitudes que experimentaron al relacionarse con el sexo opuesto, en proyectos cuestionados y fallidos que por diferentes motivos obstruyen la búsqueda de la felicidad utópica.
Como corolario al limbo en que Bea y Antonia se hallan de paso, el discurso feminista popularizado por el Colectivo Las Tesis: Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía; calza como anillo al dedo para transmutar el fracaso terrenal en gestos que signifiquen un más allá equilibrado, no importando la solidez de la imagen proyectada.
FICHA TÉCNICA: Producción Compañía La Máquina Poética. Texto y dirección. Claudia Tobo. Diseño de espacio escénico e iluminación. Esaú Corona
Diseño de vestuario. Gerrito Jay. Ayudante de dirección. Esaú Corona
Diseño de sonido. Brandom Torres. Coreografías. América Basurto
Asesoría técnica Lecoq Jose Carlos Illanes Puente. Ayudante de escenografía. Mariana Rojas. Reparto: Antonia: Mercedes Salazar. Bea: Violeta Santiago. Comunicación. LADO A, Alicia Garzón