Los numerosos movimientos artísticos, representados por sus exponentes y creadores más destacados, que alrededor del mundo han intentado hurguetear en la palabra o concepto PIEDAD, para deconstruir su significado y alcances que ha logrado en las dañadas sociedades en que ha sido urgente su aparición, siguen encontrando y renovando las posibilidades que brinda este concepto, al adaptar su comprensión y entendimiento a los códigos de cada época.
La obra PIEDAD, del Colectivo Secular, cuyo estreno fué en la sala Club de Teatro, de calle Chucre Manzur, luego de un trabajo de dos años de investigación, presenta
su punto de vista y lo re-interpreta a la luz de exterminios que han sucedido en territorios africanos y latinoamericanos, en específico, hacia las mujeres.
En la obra se desvían los algoritmos que dan significado a la obra escultórica piedad y dirigen su enfoque sobre las comunidades arrasadas por la violencia ejercida desde el estado. Lugares, momentos, culturas y comunidades que requieren un trato homogéneo e igualitario, son arrasadas.
La puesta en escena performática de la pieza, cuyo fin último perseguido es mapear los atropellos que ocurren en el continente africano así como en Latinoamérica, para lograrlo se apoyan los ejecutantes en un reducido espacio donde articulan y acomodan elementos básicos de apoyo y transformación, tales como luces dependiendo de la narrativa de los discursos: mantos que se transforman en vestuario, agua para limpiar, tierra usada como oráculo, cubos utilizados como sillas o escenario, focos lumínicos. Simples implementos cotidianos y de uso habitual, porque en habitual se convirtió la guerra y cotidiana su aparición en los medios de comunicación masivos.
Lo importante en esta obra son los discursos que interpretan los actores Magdalena Acuña, María Luisa Vergara y Cristóbal Aldea; que con verdadera convicción hacen carne y cuerpo a las matanzas sufridas en extensas zonas territoriales olvidadas por los grandes conglomerados del poder. Testimonios dónde se repite un patrón común: la codicia humana se ha especializado en matar a su símil para lograr un objetivo mundano: la ocupación de un territorio haciendo desaparecer a sus legítimos y originarios dueños. Pero teniendo en esta ocasión un objetivo mayor: el exterminio de la mujer. La anulación de todo aquello que refiera a lo femenino.
El temor o miedo a la mujer, a la hembra, es un síntoma urgente que ya se incluía en los primeros relatos conocidos por la humanidad, dichos relatos ya colocaban barreras lingüísticas para contenerla y, lo que es peor, combatirla, anularla, bloquearla. El temor a lo femenino posee soportes frágiles, delgados; asentados en paradigmas cuyo significado se sostiene en la creación de diálogos masculinos, donde la interpretación e interrelación de estos relatos está enfocado en la perdurabilidad del mundo y cultura patriarcal falocéntrica.
La combinación que se elige para narrar los distintos discursos que dan cuenta y excusa a la obra, es una estrategia acertada tanto en su informalidad para abordar e iniciar las diferentes secuencias, como la intensidad dramática que alcanza el elenco, logrando cuajar acertadamente el todo la representación.
El detalle de lo netamente político aquí, expresa su potencialidad y alcance en dibujos y coreografías estéticas y poéticas, que se despega del panfleto en que pudo haber incurrido y confundido por la urgencia de los relatos.
FICHA TÉCNICA: Dirección: Iván Fernández, Carol Henriquez. Dramaturgia: Iván Hernández. Elenco: Magdalena Acuña, María Luisa Vergara, Cristóbal Aldea. Diseño Integral: Laura Gandarillas. Coreografías Joaquín Rodríguez. Producción: Colectivo Secular. Afiche: Jorge Montalva. Agradecimientos: Octavio Vergara, Alvaro Guerra, Eduardo Durán. Comunicaciones: Agencia Rizomas.