El espectador tiene, como todos, la habilidad para observar, escudriñar, escuchar y a partir de allí discriminar. Cuando éste le cuenta a alguien más lo que vio, entonces se convierte en periodista; la definición más básica es la inglesa que dice: “periodista es aquel que ve algo, va y lo cuenta”. Pero hay un detalle, todo relato estará “contaminado” por su subjetividad. Será de lo que a él le gusta; sus conceptos; su estética la que prime en su historia, con lo que usted estará o no de acuerdo. Me presento, soy “El Espectador” que les contará de la manera más subjetiva posible (lo que es imposible), lo que observe sobre y alrededor del escenario, cada vez que pueda.
Fui al esperado estreno (por amigos y familiares), de la obra de teatro 🎭 “LAS INCOMESURABLES”, escrita y dirigida por Francesca Tassara, que viene de ser la directora ayudante en la obra “Testimonio sobre las muertes de Sabina” de Juan Radrigán. Esperado porque después de un año de preparación, ensayo y trabajo duro, comenzó el periplo obligado del teatro independiente: la búsqueda de una sala. Escuché que la sala 2 del Teatro San Ginés les salió carísima solo para la jornada de este estreno, que tuve la suerte de asistir. De confirmar esta información habrá que tirarle las orejas al empresario y actor Juan Pablo Sáez.
Esta es una comedia satírica que nos trae la historia de Beatriz (Amaya Guerra), una joven campesina que intenta engañar a su “sugar daddy” y le sale el tiro por la culata donde la única opción pareciera ser lanzarse a las líneas del metro. Allí conoce a la sensual Lola (Josefa Moraleda), una argentina con no pocos líos amorosos. La sátira brota con más fuerza con la intervención de la “brujita”, mentalista, médium, machi y todo lo demás, Misha (Gabriela Amara), que termina por complicar más aún la historia. Cada intervención de Misha, arranca risotadas de la sala, por representar espacios comunes de lo conocido por todos en estos tiempos místicos.
Hoy es común ver “actrices-tramoya”, acomodando la escenografía entre escena y escena; se extrañan los telones o cortinas de antaño que servían para separar los actos de la obra. En ese sentido se hace necesario contar con mecanismos de traslado que faciliten este movimiento. Daban ganas de subir a ayudar a las pobres chiquillas que se complicaban a ratos al empujar los bastidores.
Otra cosa que sorprende, es conocer la historia de Beatriz recién en la segunda escena, no en la primera, donde lo único que queda claro es su intención de lanzarse a los rieles del metro; todo lo demás “lo cuenta” Lola a Misha para pedir su ayuda. Detalles que solo conoce la autora del texto, debió parecerle más útil así.
Lo importante es que nos logramos relajar y reír, algunos a mandíbula batiente, en especial por las intervenciones de la bruja chanta y la argentina sensual y la campesina vivaracha, en esta historia de enredos que a cada paso se va complicando más y más.
Les quedó chico el espacio; habría lucido mucho más en un escenario más grande, que les permitiera más movilidad en los desplazamientos y en los movimientos de la escenografía, cuyo diseño estuvo a cargo de Jorge Silva. El sonido juega un rol bastante protagónico en la interacción de los pájaros con las actrices; la música pudo ser más “tarotista” para apoyar el ambiente, la composición musical estuvo a cargo de Enzo Tassara, y la iluminación y sonido estuvo en las manos de la joven Emilia Silva.
Aplauso cerrado para “LAS INCONMENSURABLES”. Hay que estar atento a sus próximas presentaciones, le hace bien al teatro, a la comedia y por supuesto a nosotros, el público, el espectador.