Tal vez dentro del ámbito musical chileno la canción más representativa del desamor campesino, ligada a una problemática de diferencias sociales, sea “Corazón de Escarcha”; composición de Enrique “Chilote” Campos y Héctor “Tito“Barrientos” que, en la década de los setenta, hiciera famosa Héctor Pavez. Esta canción del folklore urbano con impronta rural campesina, es una narrativa lírica que aborda la temática del amor imposible debido a las barreras sociales y la lucha por superarlas que, como en los relatos infantiles, termina en final feliz.
Es escasa la producción de obras, con impronta campesina, donde se manifieste, como conflicto narrativo, el amor y el desamor devenido de las diferencias sociales que separan a los enamorados; o bien, el que por dicha razón, vale decir, su condición social o económica, sea rechazado por el ser amado o amada, No encontraremos muchas expresiones de ello en la música popular campesina, tampoco en la urbana y, en la literatura o dramaturgia nacional, son escasos los ejemplos de este tragedia romántica como argumento narrativo.
No obstante aquello, la dramaturgia de fines del siglo XIX y comienzos del XX, privilegió una temática nacional que se dio en llamar “Teatro costumbrista”. En general, los llamados “autores costumbristas” retrataron contextos, personajes y lenguajes con códigos reconocibles para un público chileno y crearon tipos humanos inspirados en la sociedad de la época. Gran parte de la narrativa costumbrista nacional, tanto literaria como teatral, aborda los conflictos sociales en el mundo urbano donde el personaje venido a la metrópolis, del campo o de las provincias, sufre el imperio de la desigualdad de clase.
Evidencia de ello la encontramos en las historias románticas sociales de Alberto Blest Gana tales como “Martin Rivas” o, bien en creación teatral de su autoría, “El jefe de la familia”. En ambas se reflejan las dinámicas sociales y las tensiones de clase en la sociedad chilena de la época, incluyendo historias de amor y desamor que cruzan las barreras sociales. Cabe resaltar que Blest Gana no solo es el padre de la novela la novela chilena, en la dramaturgia teatral, con su comedia, define e inicia el costumbrismo teatral, cuya veta explorarán y ampliarán otros autores que ven en él, la defensa de los auténticos valores nacionales.
También la obra de Daniel Barros Grez, quizá el más emblemático de los precursores de este género, aporta textos como, “Cada oveja con su pareja” y “Como en Santiago” que dicen de ello. Aunque su obra no se centra específicamente en el amor no correspondido entre un campesino y su patrona, sí aborda las diferencias y conflictos entre lo urbano y lo rural, y las relaciones de poder y afecto que surgen en estos contextos.
Por su parte, en los comienzos de los novecientos, Acevedo Hernández pone una crítica mirada a la sociedad chilena de comienzos de siglo con un acendrado contenido político y social. Obras como “La canción rota”, “En el rancho” y “El inquilino”, son textos teatrales donde da cuenta, a partir de su propia experiencia vital, de la cruda realidad de los marginados. De esa época es también “La viuda de Apablaza”, de German Luco Cruchaga, la que pone sobre el escenario el conflicto que debe enfrentar una mujer campesina, entre la necesidad por mantener su autoridad y poder, para conservar lo heredado.
En los años ‘60 María Asunción Requena, con la obra Chiloé Cielos Cubiertos, Roberto Navarrete, con La Mariposa en barbecho, Isidora Aguirre con “La pérgola de las flores”, Alejandro Sieveking con la “Remolienda” y “Animas de día claro”, hacen su aporte con obras que adhieren a la temática campesina con cierto tono romántico amoroso. Sin embargo, estas son escasas, Quizás las más representativas sean las que forman parte de la producción dramatúrgica de Roberto Navarrete. De esta, la obra que aborda el tema del amor entre un campesino y la hija del patrón es “La mariposa en el barbecho”. En ella explora las dinámicas sociales y las tensiones de clase en el campo chileno. Otra obra de interés, de este mismo autor, es “El cochayuyero”. Si bien su trama no se centra específicamente en el amor entre un campesino y la hija del patrón, sí trata sobre las vidas y luchas de los campesinos, ofreciendo una perspectiva profunda sobre la vida rural en Chile.
Cabe mencionar una singular característica que distingue a los tipos humanos del teatro costumbrista chileno. Por lo general, los personajes masculinos carecen de autenticidad, estos dan cuenta de un exacerbado arribismo social y, lo más sugestivo, no poseen “don de mando”, lo cual quebranta sus atributos de masculinidad. Los personajes femeninos, por su parte, se dedican a la vida familiar y a la maternidad, y proyectan su realización en la vida de pareja, o el matrimonio. Habitualmente, el personaje femenino, es investido de atributos masculinos, como por ejemplo, el “don de mando” que falta a su esposo -y que en ella es un defecto-, y un acentuado arribismo social. A la mujer soltera, a la que ya “dejo el tren”, se le inviste con una exagerada religiosidad – pechoña-, estado con el cual compensa su ausencia de vida sexual.
Es recurrente en las temáticas del teatro costumbrista la confrontación entre lo urbano y lo rural abordada desde la comedia y, la construcción de un mensaje moralizador, evidenciando en la vida urbana la exacerbación de las apariencias, donde, habitualmente, los personajes deambulan en una intriga que devela las contradicciones entre ser, parecer y poseer.
El drama del amor y el desamor, la injusticia social en la relación patrón e inquilino, los conflictos y las penurias sociales, también son visitadas por la producción televisiva nacional. El señor de la querencia, un relato televisivo con guion del dramaturgo Víctor Carrasco, refiere a ello. En su historia, Carrasco, propone una visión bastante ideologizada del campo de los años treinta, obviando algunos elementos propio de la cultura rural campesina, poniendo énfasis en la religiosidad represiva y sacrificial, excluyendo e evitando toda conducta que rescate aquellas tradiciones campesinas que generen goce, alegría o fiesta, como la vendimia o la cosecha; y deja a Patrones e inquilinos, sólo la tragedia, culpa o sufrimiento y, para el campesino, sólo injusticia, miseria y lágrimas no furtivas. Un relato donde Carrasco, recoge, o bebe, de la dramaturgia tradicional campesina y de la literatura costumbrista de carácter social que comentábamos anteriormente, cuyos argumentos narrativos aquí, son estructurados por una evidente matriz ideológica. El señor de la querencia, la historia de Víctor Carrasco, bien podría derivar a un relato de ópera dramática ambientada en el mundo rural campesino.
El Elixir de Amor de Gaetano Donizetti, quizás sea una de las óperas cómicas más famosas y representadas y, tal vez, la romanza para tenor más reconocida y popular, sea Una Furtiva Lagrima. Aria del segundo acto de El Elixir de Amor, infaltable en el repertorio de tenores de renombre como Carlo Bergonzi, Roberto Alagna, Enrico Caruso, Jussi Björling, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, José Carreras, Rolando Villazón y Ramón Vargas. Reconocimiento que ha llevado a esta romanza también a formar parte de la banda sonora de una no menor cantidad de producciones cinematográficas, como por ejemplo, la escuchamos en Match Point de Woody Allen, Pier Paolo Pasolini la ubico en Mamma Roma, y Steven Spielberg en The Goonies, y por cierto, no podía ser de otra manera, Syvester Stallone la tiene en Rocky Balboa. L’elisir d’amore, su título original, es una ópera cómica en dos actos con música de Gaetano Donizetti y libreto en italiano de Felice Romani. Está basada en el libreto Le philtre (1831) del dramaturgo francés Eugène Scribe para la ópera de Daniel-François Auber, basado a su vez en Il filtro de Silvio Malaperta. Donizetti, por encargo del empresario Alessandro Lanari, la compuso en dos semanas para el Teatro della Canobbiana de Milán. Desde su estreno en 1832 fue un éxito. Hoy en día esta ópera de música alegre e ingeniosa de inspiración melódica sigue siendo parte del repertorio más popular. Elixir de amor, junto a La flauta mágica, La traviata, y Carmen, está entre las óperas más representadas, e infaltables en el repertorio de todos los grandes teatros.
El argumento de esta ópera bufa es simple y sin grandes complicaciones de trama, tal como lo es la vida campesina. La acción tiene lugar en un pueblo campesino de finales del siglo XVIII. Allí vive Nemorino, un campesino simple e ingenuo que se ha enamorado de Adina, bella hermosa terrateniente que lo trata con indiferencia. Desesperado, el joven pueblerino se acerca a Dulcamara, un falso doctor y vendedor de prodigiosas pócimas, quien le vende un “elíxir de amor” con la promesa de que le asegurará el amor de Adina y todas las jóvenes del pueblo. En el intertanto aparece el sargento Belcore quien corteja a Adina y le propone matrimonio. Nemorino bebe el elixir y, convencido de su efectividad, se presenta indiferente hacia Adina, la que, en venganza por esa indiferencia, acepta casarse ese mismo día con el sargento Belcore. Durante la boda, Nemorino pretende potenciar los efectos del brebaje mágico, de conocido origen pero de dudosa eficiencia para su cometido, vino Burdeos, en realidad, con el dinero obtenido tras la muerte de un tío del cual recibe una suculenta herencia. Lo cual deriva en el que, repentinamente, Nemorino sea atractivo para todas las jóvenes del pueblo, incluida Adina, a quien, en verdad, Nemorino, nunca le ha sido indiferente. Finalmente, la bella, y veleidosa, Adine le declara su amor. Poder y dinero siempre serán el mejor elixir de amor.
El Teatro Municipal de Santiago ha puesto en escena una versión del melodrama giocoso operistico Elixir de amor; en una atractiva versión del director de escena Rodrigo Navarrete, cuya trama, ambientada en las tradiciones, los usos y costumbres del campo chileno de los años 60, se desenvuelve entre fiestas y celebraciones campesinas, en especial la vendimia de la zona central chilena. Un relato donde se da cuenta del clásico conflicto derivado de un amor no correspondido; protagonizado por un sencillo, crédulo y candoroso joven campesino “Nemorino” y “Adina”, una joven bella, veleidosa y acaudalada terrateniente. Cuyo principal protagonista, en el desarrollo de esta trama, es una misteriosa, y dudosa, pócima de amor. Una ópera cómica, en dos actos, con música de Gaetano Donizetti, que se presenta bajo la batuta del maestro Diego Matheuz, quien hace su debut en Chile. Una entretenida obra de 2 horas 30 minutos de duración, con un intermedio que, con dos elencos, se presenta en el principal escenario nacional durante el mes de octubre.
FICHA ARTÍSTICA: Director musical: Diego Matheuz Dirección de escena: Rodrigo Navarrete Escenografía e iluminación: Ramón López Vestuario: Loreto Monsalve. Elenco: Nemorino: Gonzalo Quinchahual / Leonardo Sánchez Adina: Annya Pinto / Vanessa Rojas. Doctor Dulcamara: Ricardo Seguel / Matías Moncada Belcore: Javier Arrey / Javier Weibel. Giannetta: Andrea Aguilar / Javiera Saavedra.
Por Daniel Omar Begha O.