“Para que tú puedas entender cómo me sentí cuando me dieron un golpe, tendría que golpearte” (Jean Luc Nancy)
Cuatro actores, distinguidos como burócratas sistémicos, inmersos en un territorio escénico aséptico, impoluto, austero, pero armónico, equilibrado y formal. Espacio que, en el lapso de la representación, se contamina y trastorna. Este contiene a un equipo de funcionarios que, a través de una lógica de deconstrucción de la realidad, se propone, recurriendo al método y herramientas de registro y falsación discursiva de hechos e interpretaciones objetivas y subjetivas, resolver, complementar y graficar –literalmente- un puzle que invade, agresivamente, el espacio escénico. La compañía La Junta nos convoca a ser partícipes de un interesante constructo escénico que indaga en nuevas formas de producción discursiva de las textualidades de la puesta en escena. Propuesta compleja en su seguimiento y destinada a un público avisado, talento del cual carece una no despreciable parte del público consumidor de espectáculos teatrales en la actualidad.
En su dramaturgia Juan Pablo Troncoso ha adoptado la forma del ensayo, la cual toma Gonzalo Venegas en la dirección de la puesta en escena. En su propuesta dramaturgo y director proponen la deconstrucción de discursos. En el texto y en la puesta apuntan a una forma narrativa propia del ensayo literario; abierta más a los puntos de fuga que a las conclusiones categóricas. Se propone una construcción de discursos derivados de la resignificación de hechos, objetos y sujetos para derivar a la cimentación de una posverdad tan en uso por la elite socio-política, frente a las necesidades de relato que provocan sus precarios fundamentos ideológicos.
A partir de ello, la obra, se plantea una visión crítica a los contenidos discursivos oficiosos y oficiales de la sociedad actual, los cuales logran legitimarse, desde su origen – la más de las veces falso-, por el ejercicio redundante y contumaz del embebimiento y la impregnación, en la conciencia de los sujetos sociales, de conceptos de interés para el demiurgo sistémico.
En efecto, lo que interesa allí es allegar a los hechos, una estructuración discursiva relativa a fines, más que las consecuencias de estos. Bajo ese argumento, es secundario, y casi irrelevante, la existencia de un cuerpo humano de sexo masculino destrozado por una explosión o los restos incinerados de dos cuerpos humanos de edad avanzada, uno de sexo femenino y otro masculino, encontrados entre los escombros de una vivienda incendiada intencionalmente, lo que interesa es el relato constituido en verdad irredargüible.
La deconstrucción del territorio y arquitectura escénica como recurso narrativo de la puesta en escena, sigue la de la desestructuración discursiva de texto, generado una nueva textualidad que se expresa en el constreñimiento expresivo psíquico y físico de la escena, coartando la libre acción enunciativa de los figurantes en ella. Constreñimiento y represión sobre el espacio en cual se representa la búsqueda de una verdad, donde se persigue la construcción de una racionalidad que poco a poco, en el decurso de los aconteceres escénicos, se vuelve cada vez más irracional como la verdad misma que se quiera evadir.
La Junta nos propone una experiencia; como espectadores, nos convoca a acompañarlos en un proceso performativo de resignificación del sentimentalismo como experiencia estética; tópico históricamente despreciado por los discursos hegemónicos en torno al arte y la literatura. En su propuesta La Junta nos hace testigos de esa reelaboración artística de la violencia, la que sin duda tiene algunos problemas éticos y estéticos importantes, es muy fácil hacerlo mal y aquí, ciertamente, no se dan la oportunidad, lo hacen muy bien.
No es fácil, la violencia y el dolor extremo nos devuelven a una etapa de prelenguaje. El problema surge cuando, en el intento de reconstruir la realidad y la expresión, se quieren narrar sentimientos que no tienen estatuto intelectual, como lo son la ternura, la compasión o la bondad. Los cuales se suponen propios de suyo a lo humano, pero la veleidosa realidad nos demuestra que estos son escasos entre los componentes de este constructo social que hemos dado en llamar humanidad.
En suma, Muerte y explosión de un anarquista chileno, nos induce a una suerte de Katabasis de la cual ningún espectador – consciente- debiera salir indemne. Es mi parecer, es mi palabra.
Ficha Artística
Dirección: Gonzalo Venegas. Dramaturgia: Juan Pablo Troncoso. Actores: Nicole Sazo, Esteban Cerda, Constanza Muñoz, Ximena Sánchez. Diseño escenográfico, vestuario y gráfica: Manuela Mege. Realización escenográfica: Pedro Mege. Iluminación: Pablo Mois. Producción: Isidora Tupper. Asistencia de sonido: Daniel Marabolí. Fotografía y audiovisual: Nicolás Videla.
Daniel Omar Bhega. Académico y Crítico