El director Jesús Urqueta ( C(Civil) y El Matrimonio Palavrakis) ha sido partícipe del montaje más exitoso del año 2017. Colaboró desde la idea inicial hasta el estreno, inmiscuyéndose en los trabajos de todas las áreas: la dramaturga Carla Zuñiga, el diseño de espacio e iluminación con Belén Abarza, el sonido con Álvaro Pacheco; que en total sumaron seis intensos meses de trabajo junto a los actores Nona Fernández, Monserrat Estévez, Cristián Keim y Nicolás Zárate; para lograr una excelente obra que arrasó con todos los premios. La pieza tiene la génesis en un hecho real: Eugenia intenta sanarse de un accidente del cual es responsable y acude al diván de una psicóloga. La negligencia y el sentimiento de fracaso es el eje conductor que mueve a los personajes.
La obra se llama: Prefiero Que Me Coman Los Perros.
Este año dirige dos obras nuevas, una de ellas es Arpeggione, de Luis Alberto Heiremans; con Claudia Cabezas y Nicolás Zárate.
Jesús además de director, ha impartido clases en la Universidad Adolfo Ibáñez, Universidad de Chile y Uniacc.
Su visión es crítica sobre los sucesos del país, los que fue adquiriendo en su etapa universitaria, y con su trabajo en el teatro, ha profundizado dicha mirada.
“…..Siento que la Concertación se la llevó pelá….Porque han manejado todos los fondos concursables. He hecho un mea culpa y me he agarrado con todos mis compañeros…Yo creo que nos hemos vendido un poquito por tener un fondo público o para estar en ciertos festivales. Hay temáticas que no hemos tocado, que son muy importantes para la comunidad: construcción de nación, de memoria. Porque la memoria no llega hasta el fin de la dictadura…La violación de los derechos humanos no termina con Pinochet…Está para atrás y para adelante, hasta hoy día con Piñera de nuevo….Hay muertos con Bachelet, hay muertos con Frei, hay muertos con Lagos, hay muertos con Piñera…
Chile funciona en el presente nomás. Como la moda. Funciona como los titulares de prensa. Esa es la radiografía de Chile. Desde ese lugar, lo que está de moda, lo que vende es lo que se pone; y más encima tenemos la capacidad de absorberlo en dos segundos.
Jesús, gracias por la entrevista y nos gustaría que dieras a conocer el tipo de teatro que te identifica y cuál deseas llevar a escena.
Cómo contenido me gusta hacer teatro como un derecho a réplica ciudadana. Yo siento que es cómo en la sociedad que vivimos. Votar no es suficiente para manifestar los derechos. Está demostrado que no sirve mucho. Desde ese lugar siento que gente que se dedica al arte escénico, tiene que hacer valer el espacio que uno tiene para instalar en el espectador la crítica social, conflictos y preguntas. Hacer el trabajo que los medios de comunicación no hacen; y siento que desde ese lugar a mi me ha interesado abordar las temáticas políticas, como un gran trabajo actoral. Porque también desde un tiempo a ésta parte he dirigido otros tipos de temáticas por encargo. Cómo que por un lado es práctico, como muy cerrado con éstas temáticas, pero también siento que prefiero vivir desde la dirección que desde las clases. Entonces he ido tomando ciertos trabajos que me han permitido dejar unas clases y dedicarme más al teatro como medio para subsistir.
Y desde ese lugar he hecho otros trabajos, pero siempre orientándome a las temáticas que me interesan. Desde las temáticas, siento que el derecho a réplica como ciudadano, el descontento ciudadano de alguien que nació el año ‘75, pero que vive ahora en el siglo XXI, habla del hecho desde el presente.
Entonces, para ti el teatro debe ser político y no escapista.
Si. En el ideal para mi si. Ahora, voy a ver teatro escapista, me gusta el teatro escapista y mis amigos que hacen teatro escapista tampoco los apunto con el dedo. Lo entiendo y siento que deben estar todas las manifestaciones abiertas, porque hay público para todo. Porque hay público que no quiere teatro con sentido social, con sentido político. Yo siento que es la única manera que lo puedo hacer y me interesa y que realmente creo que aporto a la sociedad desde ese lugar… Y el punto de vista que trabajo tiene que ver con lo que soy. Yo soy un cabro que para el plebiscito del ´88 tenía 13 años más o menos y vi como alrededor mío la gente creía, la gente se ilusionaba y toda esa gente ahora la he visto traicionada y con pena. Y desde ese lugar tengo molestia, rabia, y he partido con esa búsqueda. Hay un lugar, como dije recién, que se la ha llevado gratis. Por manejar el estado, por manejar fondos. Durante mucho tiempo la Concertación hizo un blanqueamiento de los temas sensibles, cosas que no se tocaron. Tenemos un Museo de la Memoria que su muestra llega hasta el plebiscito.¿Que pasa después? Esas son las preguntas que hago y trato siempre de formular con mi compañía de teatro “Versión Oficial”. Desde la tesis que la Concertación, el partido por la democracia, la nueva mayoría, la alianza también, los estados del poder, tienen las manos manchadas con sangre igual que Pinochet. Se la han llevado gratis y siento que la justicia no ha actuado, somos los ciudadanos, cada uno desde sus trincheras, los que tenemos que decir No Olvidar, No olvidar, No olvidar…
Al hacer un teatro político, ¿No crees que estás cercenando al público?
No pretendo modificar las conductas de las personas, porque siento que no se puede, siento que una obra de teatro no tiene ese poder. Encuentro que si alguién es de derecha y ve una obra, lo más seguro es que o se aleje y no escuche nada; o escuche y diga: “comunistas culiaos…”, etc, etc, etc. Y se vaya. Lo mismo pasa al revés. No hay mucho teatro de derecha, pero cuando uno ve algo medio liberal, se aleja de estas cosas.
Creo que puedo aportar con mi temática. A poner el debate para que se genere finalmente. No creo que la obra pueda cambiar al mundo. Pero ayuda a que si ven la obra, a través del diálogo y el debate, cambie. Tampoco he intentado las soluciones porque no las tengo y sería pretencioso de mi parte creer que tengo una verdad. Y soy uno más en 17 millones de personas.
¿Cuáles fueron los recorridos que hicistes para llegar a éstas definiciones de tu obra?
Mi infancia no fue muy politizada. Leía los diarios oficiales, de derecha. Toda la etapa de la dictadura la viví en provincia, donde no la sentí mucho. A mi padre le gustaba la política, pero era más empresario en un tono más decente. Salvo mi abuelo paterno, mi tío. A mi abuelo paterno no lo conocí, mi tío estaba exiliado en Holanda; porque había sido del MIR. Y cómo desde ese lugar que entré a estudiar periodismo, empecé con mis compañeros a adquirir interés en la política. Me tocó el año ‘94, cuando estaba el Mamo Contreras, el Brigadier Espinoza. Toda esa parte la viví como estudiante de periodismo y por esa época me interesé por las temáticas políticas. Y después en teatro entré de lleno. Lo que me decidió a hablar Chile fue el Magister que estudié. Un Magister en Artes con mención en Pedagogía Teatral, y tuve clases de dirección con Alfredo Castro. Y en ésa clase entendí que Chile era un lugar que había que meterse. Ahí decidí, que fue el año 2004 cuando decidí ésta es la temática que voy a hacer…
Mencionastes el plebiscito del 5 de Octubre de 1988, ¿Crees que quedan temas pendientes, que no se han resueltos?
Creo que todavía hay temas muy pendientes. De hecho, primero que nos aclaren cómo se llegó al plebiscito. Esta transada que se pegaron la gente que estaba en Europa y que no hizo la lucha aquí en Chile; con los milicos y con los civiles de derecha. Esa transá no quedo nunca clara. A la opinión pública nunca se le dijo, desde ahí hay mucha cuenta pendiente.
¿Porque…?
Porque hay mucha cuenta pendiente. Yo encuentro que el poder es muy atrayente. La gente quiere poder. La dictadura es terrible y todos queríamos que se fuera, pero también había mucha gente que dió la vida, que entró a la clandestinidad y fue engañada.
¿Has tenido cercanía con alguna persona que estuvo en la clandestinidad, que luchó realmente desde la acción y no desde el discurso?
He conocido por la obra que hice. También por la Oficina (organismo que se dedicaba a espiar a personas en los primeros años de la vuelta a la democracia) de una obra que investigue, ahí tuve acceso a entrevistas…
¿Y cómo notas su estado anímico en la actualidad. Y todo este proceso de democracia?
De lo que recuerdo que me hablaron, esa sensación que el plebiscito del ‘88 era manipulado por Pinochet, ellos iban a seguir peleando. Y de repente no pasó. Y que toda su vida ellos habían dedicado gran parte de la lucha a estar en la clandestinidad. Y cuando llega la transición a la democracia con Alwin, ellos se encuentran con que no saben hacer otra cosa que luchar y que están en un sistema impuesto que tampoco los acogió… Como si, por ejemplo, acogió a la gente de la Dina, que les pusieron plata para los taxis…
Volviendo a tu labor de director, ¿Cuando tomas un texto, independiente del tema; en qué fijas la mirada, donde colocas el énfasis?
Primero parto de la definición que la puesta en escena la componen un conjunto de materiales, con la misma importancia en pos de un objetivo y un punto de vista, por lo tanto, equiparo la dramaturgia con la dirección, con la actuación, con el diseño; y es tan importante el dramaturgo, como el compañero que va a cortar el boleto y que tiene que recibir al público: “Hola, buenas noches, bienvenidos a la obra”. Porque siento que la puesta en escena, es desde que la gente entra al teatro, hasta que se va del teatro. Y si se pudiera interferir en el trayecto de esa persona, también me preocuparía.
Y desde ese lugar me instalo. Por lo tanto, siempre tengo conflictos con los dramaturgos, porque no me instalo desde el texto como lo principal. No creo que el texto sea lo más importante. Es importante el tema y el punto de vista. Y a partir de ese tema y ese punto de vista, a veces te puedo tomar la dirección, como que el texto va en primer orden como puede que la acción vaya en primer orden. ¿Qué quiero decir y porqué? Un poco así trabajo. Y desde ahí a veces se puede hacer y a veces es imperioso que se diga y no se haga.
En base a lo mismo, ¿Dejas que los actores propongan material, ideas sobre el texto, el montaje?
Si. Déjo que los actores propongan. Es más, no marco. Lo que trato de trabajar es con posibilidades de escena. Por ejemplo, siempre lo digo cuando hago clases y paso estos contenidos y, obviamente, a los actores les habló sin el ánimo de enseñarles nada, sino que ésta es la forma que pienso. Si hay un contexto que somos hermanos en la obra y nos queremos, y tú me pides un vaso de agua, ese contexto a mi me limita a hacer cosas que puedo y no puedo hacer. Entonces lo que hago es crear posibilidades de que te pase el agua: “te la dejo ahí, tú la vienes a buscar; te digo tóma hermano. Te la entrego, abro la botella y te sirvo”. Y ensayamos esas tres posibilidades durante toda la obra, y después, el día del estreno, el actor que haga cualquiera de las tres, la que sienta en el momento. Le doy esa libertad. También le doy mucha importancia al trabajo de mesa y al trabajo de reflexión, para que el actor sepa qué puede hacer y que no. Soy un director que marca poco, que construyo hitos y que con la obsesión que ésto sea verdadero, único e irrepetible; le doy la opción a que el actor lo realice. Régulo los tonos actorales para que no desbalancee.
¿Cuáles son tus referentes en la dirección?
Me gusta mucho Tarkowsky. Mi gran referente en la dirección teatral es cinematográfica. Tarkowsky en el uso del tiempo y la dirección de actores; siento que es la imagen más importante que tengo.
¿Y de los directores chilenos?
Me gusta el trabajo de Rodrigo Pérez. El trabajo de sensibilidad que tiene en sus puestas en escena.
¿Crees que el teatro ha abordado la pregunta del “ser chileno”?
Yo creo que trata, pero son personas más que el teatro. Son personas las que han tratado de responder esa inquietud de: “lo que es ser chileno”. Creo que el teatro es consecuente con la época fragmentada que vivimos. En esta época fragmentada también las temáticas son variadas. Y vivimos en un país que ya de partida no solo somos chilenos. Entonces, no es ser chileno, es ser latinoamericano en Chile. Yo creo que se está abriendo una pregunta que me parece interesante, creo que la misma sociedad ha ido modificando y alejándose de ese egocentrismo de decir: “solo somos chilenos”. Pero no, vivimos en un país que se llama Chile y no somos solo chilenos. La pregunta “ser chileno” es súper difícil. No sabría que responderte, porque siento que también durante mucho tiempo nos han conducido y a toda una generación nos dijeron “ser chileno es esto”. Eso no es ser chileno.
¿Consideras que las temáticas teatrales han sido las mismas, a lo largo del tiempo en el teatro; y solo ha cambiado el tratamiento, el formato de llevarla a escena?
Encuentro que después de una situación traumática, la herida está muy abierta y es necesario exponerla y creo que diez años están ganados para hablar de ciertas cosas. Ahora siento que, no es que estén obsoletas algunas temáticas, si no que no se siguieron profundizando y abriendo. Porque lo que hablábamos al principio, al menos en el ámbito político, las personas que tocaba seguir juzgando, estaban en el poder, y eran las que habían traicionado. Pero no sé profundizó y se quedó en algo recurrente, que es la dictadura. Pero básicamente por una cosa del mercado del teatro.
Equipo SATCH