Es recurrente el transponer lenguajes narrativos de un formato o soporte discursivo a otro formato o soporte comunicativo. El reubicar un relato desde el texto literario impreso a la representación escénica ya sea teatral o musical, y desde ésta, a otros formatos expresivos, ha sido el caso de una no menor cantidad de piezas del repertorio de la ópera, del ballet clásico o del ballet contemporáneo; tal como ha sucedido con el título que hoy nos ocupa. La Bella Durmiente, es quizás el más popular de los cuentos infantiles. En sus cientos de versiones, es de los títulos más emblemáticos de la historia del ballet mundial, constituyéndose en una pieza obligatoria del repertorio del ballet clásico la cual, en su relato, remite al cuento homónimo que publicará en 1696 Charles Perrault, cuya música, fue compuesta, por encargo, por Piotr Ilich Tchaikovsky en 1875, y que, por encargo del mismo Tchaikovsky a Maurice Petipa, tuviera en 1890 su primera coreografía para su estreno en el Teatro Mariinski de San Petersburgo.
La Bella Durmiente de Charles Perrault, estructura su argumento literario en dos partes: en la primera, se acuñan motivos de las desdichas de la princesa y el relato presenta a unos padres con una esterilidad prolongada. Cuando logran concebir, realizan una fiesta en honor al bautizo de la niña, e invitan a siete hadas buenas, pero una octava se presenta. Al sentirse excluida, esta última, lanza una maldición de muerte que es atenuada por una hada a la que le faltaba otorgar un don, señalando que la niña caería en un profundo sueño. La maldición se cumple al llegar a los 15 años, siendo dormidos también todos los habitantes del castillo, con excepción de los reyes, los cuales abandonan el palacio, el que está rodeado de espinos. Transcurridos largos 100 años, un príncipe, informado de lo sucedido, después de superar varios obstáculos, logra llegar donde yace la princesa, la cual se deslumbra con la belleza de la niña. Se arrodilla y ella se despierta. Ambos se enamoran y casan posteriormente. En la segunda parte, se narra que el príncipe pasa algunos días viviendo con sus padres, quienes desconocían su matrimonio, hasta que el padre muere y se permite trasladar a la princesa y sus dos hijos a palacio, pero cuando el ahora rey tuvo que salir a enfrentar una guerra, la reina madre exige al mayordomo la muerte de los tres llegados, pero este los esconde hasta el retorno del héroe, quien libera a su esposa e hijos y la reina madre se suicida.
Podemos ver bien lo poco apropiado de este relato para ser considerado “literatura infantil”. Sin embargo, es uno de los cuentos de hadas, conformado en base a personajes arquetípicos – algo muy propio de ese género de relato-, de mayor predilección entre la población infantil global. Los relatos de la llamada “literatura infantil” están cargados de un complejo simbolismo, donde es más atractivo el mal que el bien. Simbolismo que en estos relatos es presentado orgánicamente en forma de ritualidades. Por ejemplo, en La Bella Durmiente, la transición femenina de niña a mujer, es mediada por una interpretación determinada por ritos propios de la perspectiva de género imperante.
Un análisis de los estereotipos y del argumento de La Bella Durmiente; los que, por cierto, se encuentran en la mayoría de los relatos infantiles, nos permiten distinguir personajes masculinos recurrentes: el rey, el príncipe, el cocinero o el mayordomo. Los cuales, generalmente, tienen el papel de liberadores y, en algunas versiones, disfrutan de una absoluta libertad sexual y aparecen como indicadores de trasgresiones sexuales, tales como la necrofilia o la violencia sexual. Esta última se constituye, en uno de los rasgos característicos de la violencia de género en los cuentos de hadas.
En los relatos, el objetivo del héroe masculino es el poder y la mujer su jurisdicción. Mujer que, para ser protegida y rescatada de sus problemas, tendrá como única aspiración casarse con un hombre poderoso. Estos discursos proporcionan maneras de conducta que satisfacen las altas clases europeas del siglo XVII, donde se persigue el re-establecimiento del orden patriarcal. De este modo, la construcción de este modelo de género se ha venido transmitiendo, históricamente, a través de los cuentos de hadas. En ellos, los personajes femeninos son de dos tipos: buenas y malas; en función del poder. Las del primer grupo son adornadas, caracterizadas por la bondad, la virginidad, la capacidad para ser madre, la belleza y la pasividad. Las del segundo rivalizan, son maquiavélicas, agresivas, y finalmente son abandonadas o se suicidan. Porque otra mujer cumple los ideales patriarcales de feminidad.
El héroe, siempre suele ser un hombre osado y valeroso. Un hombre que se arriesga para reparar una injusticia donde el personaje femenino constituye la recompensa, el objeto final de su valor; ya que en ella se destacan características como la belleza, la bondad, la virginidad y la resignación; y no dignifica su carácter.
En los argumentos narrativos, mediante estas determinaciones calificativas de la feminidad como máximo valor en la mujer, son reducidas a una mera figura simbólica con una función social estrechamente deslindada. Las razones de esto es lograr que ellas estén al servicio de la mantención de la estructura de la sociedad patriarcal, fungiendo como esposa y madre procreadora. A este respecto se proponen identidades modélicas que responden a este discurso patriarcal sobre lo femenino y recompensando ellos a las heroínas con interesados beneficios; siendo el más común: el matrimonio con el héroe.
Las diferentes manifestaciones artísticas están integradas por arquetipos sociales que pertenecen al imaginario colectivo de una determinada sociedad. Los cuentos de hadas, qué duda cabe, actúan como una práctica cultural que configura la organización social en función del género y transmitiendo valores éticos, afectivos y corporales. En sus versiones tradicionales, estos relatos proponen estereotipos de poder y libertad absolutos asignados a los varones y encasillan a las mujeres según adhieran a los ideales patriarcales de lo femenino.
En un análisis con perspectiva de género, la heroína es un modelo de mujer construida según un modelo de feminidad patriarcal que resulta negativo; por ello, las reescrituras que se han venido produciendo intentan deconstruir los tres arquetipos patriarcales concluyentes en estos relatos: el que refiere a las “gracias de la femineidad , vale decir, la pasividad, la belleza, la virginidad, etc. El del libertador y el del matrimonio, como único objetivo posible de la mujer para conducirla a la felicidad. Enfoques que, desde sus postulados teóricos, ofrecen explicaciones y plantean direcciones en los símbolos empleados en los cuentos tradicionales. Reescrituras con una mirada divergente frente a los estereotipos tradicionales, donde se propone una literatura lúdica llena de significados alternativos, en la cual se esbocen maneras de subvertir las expectativas en las que las mujeres se hallen limitadas solo a sus roles de esposas y madres, y sugieren modelos alternativos denunciando los estereotipos resistiéndose al poder patriarcal.
En 1987, Marcia Haydée crea, para el Ballet Nacional de Stuttgart, una coreografía con criterios y valores contemporáneos para La Bella Durmiente, optando por una deconstrucción de arquetipos; reconstruyendo la propuesta clásica que creara Maurice Petipa. Una propuesta coreográfica y escénica, para el cuento clásico de Charles Perrault, donde se pone énfasis en la lucha entre el bien y el mal. Los personajes del Hada Lila y Carabosse, representan claramente esa pugna, y es precisamente Carabosse, el malvado personaje que, al ser interpretado por un bailarín, le da un sello distintivo a esta producción. Sus intervenciones tienen un lenguaje más contemporáneo con respecto a los demás personajes que mantienen el estilo puramente clásico del ballet. Esta propuesta coreográfica permite, además, que una misma bailarina habite personajes como Aurora y Pájaro Azul o que, el Hada Carabosse, no sea un personaje esperpéntico, sino todo lo contrario y que, al ser representado por un bailarín con gran protagonismo en escena, se libera de la determinación genérica que se da en los relatos clásicos de la “literatura infantil” a la representación siempre femenina de la maldad.
Este es uno de los títulos más emblemáticos de la historia del ballet -y no precisamente uno de los más conocidos- que se presenta en el mes de Septiembre en el escenario del Teatro Municipal de Santiago; con música de Piotr Ilich Tchaikovsky interpretada por la Orquesta Filarmónica de Santiago bajo la batuta de su director titular, Mario Rizzi Brignoly. El Ballet de Santiago, con la dirección artística de César Morales, la coreografía a cargo de Marcia Haydé; y la presencia en los roles protagónicos de Aurora y el príncipe Desirée de los artistas del Ballet de Santiago, que esta vez cuenta con la presencia de la bailarina invitada Bleuenn Battistonide, Etoile de l’ Opéra National de Paris. Uno de los cuatro elencos que dan vida siendo el más importante del escenario nacional, a este clásico del repertorio del ballet. La propuesta escénica del cuento de Charles Perrault ha sido pensada para seducir al público infantil. Blanca Nieves, el Pájaro Azul, Hadas y otros personajes fabulosos de la “literatura infantil” desfilan en este ballet que Maurice Petipá creara en 1890 como una síntesis del estilo francés, ruso e italiano, aludiendo a los bailes de la corte de Luís XIV. Esa es la razón por la cual el vestuario sigue el ostentoso gusto del siglo XVII. Vestuarios que evocan al Rey Sol Luis XIV. En la versión que vimos, la capa de Carabosse, cuya extensión de 18 metros de diámetro cubre el escenario junto a la escenografía con telones y elementos de gran simbolismo escénico son una creación de Pablo Núñez.
A mi parecer, el mayor realce del personaje de Carabosse, es un logrado merecimiento para éste; ya que la historia se origina en su actuar y es a la vez, un reconocimiento a que el mal tiene la misma fuerza y belleza que el bien y, ahí radica la paradoja de éste montaje. Además, la propuesta de ambigüedad de género del personaje, plantea darle a la maldad el carácter de condición humana carente de género; liberando así a las mujeres de esa condición que sobresale en los cuentos fantásticos: rompiendo con los estereotipos y limitaciones que se vienen imponiendo a la mujer en la “literatura infantil”.
En suma, La Bella Durmiente, junto a El Cascanueces; sea la obra más representada desde su creación y estreno del 15 de enero de 1890 en el Teatro Mariinski de San Petersburgo, en la entonces Rusia zarista campesina y feudal, ha tenido, junto con la evolución de la danza en técnica e interpretación, múltiples versiones que se han presentado en los grandes escenarios del mundo. Esta versión coreográfica de Marcia Haydeé, con una historia inspirada en el hacer y deshacer de hadas bienhechoras y hadas malvadas, encantos y desencantos, espinas y ruecas, rosas y princesas, que en la narración exalta el “amor romántico” para velar la descarnada lucha entre el bien y el mal tan presente, ya es parte de acervo del repertorio clásico del Teatro Municipal de Santiago y, como no, del Ballet de Santiago.
Por: Daniel Omar Begha O. Crítico y Académico.