Las problemáticas que han ido acumulándose al interior de los hogares, producto del encierro obligado al cual estamos sometidos por culpa del COVID 19; está asomando lentamente su nariz en la escena teatral. Producto de ello es la obra de Bosco Cayo, La Belleza de Judith.
Esta es una historia cotidiana, lineal, que permite acceder a la celebración entre una madre y su hija, cuando por fin pueden re-abrir el negocio después de un largo tiempo de encierro: una peluquería. Negocio tradicional familiar ubicado en el pueblo de Vicuña. La obra La Belleza de Judith es el re-encuentro entre una madre y su hija en aquel espacio físico que es el salón de belleza, donde la tradición del oficio ha traspasado de generación en generación; pero también son las entrañas donde se fortalecieron los códigos de interrelación entre ambas y, por extensión, involucran a la clientela que las visita en busca del servicio que brindan.
Mediante la construcción de una estética realista junto a la interacción de ambas en esta misma línea, la acción de La Belleza de Judith se lleva a cabo en el interior del salón de belleza, negocio típico de pueblo donde todos los habitantes se conocen y normalmente los oficios se traspasan de generación en generación. La obra habita un espacio reducido que apremia, asfixia y amplifica las interacciones, situación que con el paso de los meses en confinamiento, pulveriza las emociones y las esquirlas saltan dañando a las habitantes del salón de belleza.
La historia es perfectamente leíble de cómo la pandemia ha corroído las relaciones familiares, perforando las diversas capas que componen el seno de la sociedad, o sea: el núcleo familiar.
Es inicio y final de una etapa. Pero dicha condición no es gratuita, hay que someterse y aceptar el peaje para transitar libremente. El libre albedrío permite privilegios a un costo justo. Dicho costo en el caso de la madre, interpretada por Grimanesa Jiménez como la maestra capilar; es atrincherarse en una posición privilegiada para despreciar todo aquello que no concuerde con su visión de la vida y cómo enfrentarla. La hija, interpretada por Marcela Salinas como la hija dependiente y peluquera en pos del prestigio de su progenitora, corrige a escondidas las disyuntivas que acumula la cercanía de la convivencia en el encierro.
En consecuencia: la condición y dignidad humana ha sido despellejada. En una, por obnubilar la vista y atropellar todo lo que se coloca al frente. La otra, porque la condición de debilidad es la fortaleza donde se escuda. Situación amebiótica para la sobrevivencia. Historia que requería para su puesta en espacio, la personificación en dos actrices con fuerza y madurez en el oficio sobresalientes como son Grimanesa Jiménez y Marcela Salinas.
Obra asentada en el realismo del autor Bosco Cayo; para, a través de este negocio familiar y con discursos claros y precisos, intentar una interpretación del Chile actual en un momento histórico específico; ya que a través de la narración, queda conformada la identidad tengan o no tengan un futuro esplendoroso.
FICHA TÉCNICA: obra: La belleza de Judith. Escrita y dirigida por Bosco Cayo. Con Grimanesa Jiménez y Marcela Salinas. Diseño de espacio y vestuario: April Gregory. Música: Nicolás Aguirre. Cámara y operación técnica: Eleodoro Araya. Una producción Teatro Finis Terrae.
Con el solo hecho de saber quien es el
autor y director,debe ser muy buena.