En mi angustia clamé a Yahvé/y él me respondió/desde el seno del abismo grité/y tú me escuchaste. (Jonás)
La obra “La Espera” de la compañía Teatro del Terror, toma el cuento del mismo nombre del novelista Guillermo Blanco y lo traslada a escena con un acabado trabajo actoral del trío protagónico, Soledad Cruz, Claudio Riveros y Nicolás Pavez; y transforma la historia en un enfrentamiento hombre versus mujer.
El bien o el mal. Justicia o injusticia; bajo la óptica de tres visiones que se desafían en escena.
La obra tiene como trasfondo el destino. El destino que viene determinado por el nacimiento y la cuna.
La historia muestra al patrón de una hacienda sorprendiendo a un bandido llamado El Negro violando a una joven. Le pega un tiro y lo lleva a la bodega de su hacienda, para que su esposa cure su herida mientras esperan la llegada de los carabineros para encarcelarlo.
En la espera de un par de días, afloran los mundos de uno y otro lado con sus peculiares determinaciones para enfrentar la existencia. De un lado, La Patrona, que es receptora y continuadora de preservar la buena educación, los buenos modales, la moral cristiana y pureza de la familia, porque al ser una solícita y fiel esposa, Dios los ha bendecido siendo generosos y comprensivos con sus peones. En un nivel superior se escuchan las órdenes del dueño y Patrón de la hacienda, imagen rectora sin oposición. Y al último, rasguñando migajas y robando para adquirir un sentido existencial, El Negro.
La dramaturgia se ha enfocado en darle protagonismo a las tres visiones que confluyen en escena, se palpan sus ritmos, se miden la respiración, la forma de moverse, de correr, a qué velocidad son capaces de llegar; qué obstáculos tienen al frente, qué miedo llevan en la espalda y porque están equivocados compitiendo en esa carrera. Pero en ésta maratón sobresalen nítidamente dos segmentos: el primero donde se dan cabida para iluminar los argumentos de cada personaje y la evolución que van teniendo a la sombra de las reflexiones. El segundo segmento siendo resolutivo y obvio, adelgaza el clímax. Lo adelgaza al abrirlo a la resolución; resolución que condensa y aglutina la suma de los miedos, al transformar a la Patrona en un ente desquiciado dominado por los fantasmas que le traspasó El Negro, y que El Patrón no puede contrarrestar.
Las soluciones del diseño integral, a cargo de Roció Hernández; fue determinado por las dimensiones de la sala grande de Sidarte, y su constructo aprovechó todo metro disponible para instalar a los personajes en espacios opresivos, mínimamente iluminados, símil cueva. Los personajes se hallan en la cueva porque son la entrada al mundo subterráneo, al interior de la tierra para hacer contacto con la residencia de los demonios. Conocido en la literatura como El Vientre de la Ballena, y la imagen constituye un símbolo universal de tránsito donde se es engullido, para posteriormente renacer. Jung lo considera: “una regresión hacia el oscuro estado inicial en el líquido amniótico del útero grávido”. En realidad, al ser engullido se regresa al vientre, al ombligo, al centro del universo, al paraíso terrenal; se pasa un umbral para introducirse en su interior y después de ese viaje, se es arrojado a un nuevo mundo, a una nueva y desconocida realidad donde moran las consecuencias.
El texto de Guillermo Blanco posee una buena cuota de maestría al describir los acentos determinantes que van acumulándose, para concluir con un final que a su vez es un principio, en la eterna lucha por la supervivencia.
FICHA TECNICA. Obra: La Espera. Dirección: Javier Ibarra Letelier y Nicolás Pavez. Dramaturgia: Iván Fernández a partir del cuento homónimo de Guillermo Blanco. Diseño escenográfico y de iluminación: Rocío Hernández. Música: Juan Carlos Valenzuela. Diseño audiovisual: Alex Waghorn. Producción: María Luisa Vergara. Elenco: Nicolás Pavez, Soledad Cruz Court, Claudio Riveros. Carol Henríquez. Entrenamiento: Valentina Bravo. Diseño Gráfico: Daniela Búnker.
Guillermo Pallacán R. Editor.