Todas tenemos una amiga que quiere matar a los hombres. Esa que aunque lo intente una y otra vez, no logra romper esa relación tóxica. Y alguna que otra ya ha abortado unas cinco veces en su vida. En la obra de teatro, “La Agenda del Diablo”, adaptación de Gerardo Oettinger, a “Los Demonios” de Fiódor Dostoyevski, podemos ver un grupo de mujeres con este tipo de conductas e ideales, pero en un contexto bastante especial: En una sociedad apocalíptica (no muy lejana) donde el agua escasea severamente, y las aborteras son ahorcadas, ya que el presidente no es nada más ni nada menos que un pastor evangélico, éste grupo de mujeres feministas ocultas bajo el manto de Dios, planean derrocar a como dé lugar el sistema patriarcal en el que viven.
Aunque salió de cartelera, es necesario precisar algunos conceptos por lo actual del tema tratado; partiendo por la puesta en escena que se ayudan de elementos reducidos y significativos para crear una atmósfera interesante. Es una escenografía inteligente y poco estrafalaria, pero no por eso simple y realista. Es sintética y te posiciona en un ambiente frío y hostil.
Con bidones llenos de agua, una cruz luminosa en medio del escenario y unos cuantos reclinatorios se arma este mundo, donde lo contemporáneo del texto viene a quebrar con lo anticuado que remite su vestuario uniformado y eclesiástico.
El lenguaje fresco y actual que le brinda Oettinger a los personajes nos ayuda a entrar en la realidad que están viviendo, mostrándola como algo posible más temprano que tarde. Además de tener una chispa cómica sin ridiculizar los temas que está tratando, la crítica pulsa fuerte entre risa y risa. Cada cara de terror, cada diálogo susurrado con fuerza.
Se intuye que es un texto con mucho trabajo y estudio y, tiene una progresión atrayente. No es redundante ni tampoco panfletario, dejando temas importantes para reflexionar.
Por ejemplo, me pregunto si esas fueran las condiciones reales para el movimiento feminista hoy en día: ¿Qué tanta fuerza tendría éste?
Estamos en un momento donde la crítica via internet es más fuerte que las militantes y comandantas. Harto apañe en términos ideológicos pero poca práctica. Muchos, “amiga date cuenta”, y pocas realmente cambiando los hábitos.
Aquí se muestra la lucha feminista como una nueva “religión”, donde se militariza y se vuelve doctrina. Cómo están en un momento tan crítico, ya no puede buscarse el feminismo de una forma suave, sino que se necesita el accionar fuerte y directo.
Por eso surgen problemas con la falta de convicción, de coraje.¿Es válido que una compañera de lucha sienta miedo, se arrepienta, cambie de parecer? Te hace preguntarte: ¿Quién serías tú dentro de esa situación; qué harías realmente? ¿Resistirías el miedo a que te maten por un ideal?
Algo que me queda un poco despegado y pequeño, es la sonoridad.
En momentos logra aunarse con el mundo que se propone, pero otras veces me queda fuera. Creo que si se diera una vuelta más al mundo sonoro, se lograría una densidad novedosa. Nos encontramos con harto silencio, ya que el subtexto era lo importante, según mi criterio. Y ese silencio no incomodaba, al contrario, aporta muchísimo a la riqueza sonora. Pero como eran tan pocos los momentos musicalizados, quedaban desapegados de los demás y aparecía el teatro, siendo que era una obra sin tanta ruptura de la cuarta pared.
¿Quién debe ser la líder del feminismo? ¿Hay quienes no merecen ser feministas? ¿Se deben cumplir ciertos requisitos de los cuales no tienes elección, como la condición social-económica? ¿Es una nueva religión militarizada al igual que el catolicismo? ¿Es un delito opinar diferente; querer ser madre, por ejemplo?
Cuando una mujer cae en las redes del patriarcado, ¿Que se hace, se le corta la cabeza o expulsa de ahí? Ellas lo intentan, pero ponen por encima de eso, encabezar la lucha, ser pantalla, ser una imagen de poder, de reunir todas las características necesarias para ser una feminista hecha y derecha. ¿Donde quedan las mujeres feministas que tienen privilegios? ¿Se les debe dejar de lado, se convierten en el enemigo? ¿En qué lugar se les posiciona a esas mujeres? ¿Qué se hace con las pacas? ¿Con las viejas poderosas que no quieren que muera la Lucia Hiriart? ¿Afuera no más?
Me pasó algo curioso con el personaje Fedra. Ella queda como la loca por matar al marido violador de Nicolasa, se nota por su actitud, su vestuario diferente. Pero si lo pensamos detenidamente, nuestro deseo como mujeres muchas veces es eso: matar a los violadores, sacarlos de aquí, exterminarlos a todos. Y no sucede, no veo mujeres matando hombres. Sino que ellos siguen matándonos a nosotras. ¿Por qué a ella se le enjuicia, si está haciendo justicia a mano limpia y directa contra el opresor, sin tanto discurso hablado? Es la acción misma su discurso. Y esa mujer que fue violada por ese bastardo, no puede comprender que lo hayan matado.
¿Es factible tener una postura tibia respecto a las cosas hoy en día? ¿En qué aporta? ¿Basta con publicar en las redes sociales que odias a los machites. O habrá que salir a matar violadores para que las cosas cambien?
FICHA TÉCNICA. Dramaturgia y Dirección: Gerardo Oettinger. Elenco: Lucía Díaz, Lea Lizama, Catalina Torres, Nicole Mansilla y Silvanna Gajardo. Asesoría integral: Nicole Senerman. Colaboradoras: María Paz Lagos y Catalina Cornejo. Diseño integal: Rayén Morales. Música y diseño sonoro: Cristian Mancilla, Giancarlo Valdebenito y Felipe Borquez. Técnico: Alexis Bazaes. Fotografía: Daniela Mansilla y Nicole Senerman. Afiche: Malaimagen. Producción: Jacinta Henríquez