El género teatral conocido como monólogo siempre ha tenido destacados representantes en escena, dónde el artista ha desplegado todos los recursos actorales del cual está dotado: expresividad corporal, gestualidad, voz, etc. Para que todo lo anterior sea exigido en un actor, solo requiere un texto que en su historia y narrativa contenga los elementos y quiebres emocionales del cual va a recorrer el actor en el arco dramático signado en el escrito.
En el monólogo siempre se tiende a develar al interlocutor con el cual se está dialogando, para ello se recurre a variados soportes que refieren al mismo: una carta, algún objeto significativo, una foto o grabación de video. Cómo expresó el teórico Benveniste: “el monólogo es un diálogo interiorizado”. Es, también expresado por Wirth, una dramaturgia del discurso ; donde lo esencial es lo expresado y en base a éste decir, hablando, se desprende la puesta en el espacio escénico. También es una manifestación que ha ido adquiriendo importancia y madurez y se han realizado muestras y ciclos destacados, tanto en Chile como en otros países; sin ir más lejos, en Buenos Aires existe un festival desde hace años. En Chile, los unipersonales que se han destacado han sido: “Hilda Peña”; interpretado por Paula Zúñiga y escrita por Isidora Stevenson. “La Amante Fascista”, de Alejandro Moreno e interpretación de Paulina Urrutia. “Acceso”, escrita por el director de cine Pablo Larraín en conjunto con Roberto Farías, que también la interpreta. Son atractivas historias que abordan trágicos aspectos del acontecer nacional.
Pero ahora se integra a la escena otro montaje interpretado por la actriz Macarena Andrews: “La Post-Lulú o la pena tecnológica”; del autor Benjamín Galemíri y dirigido por Francisco Martínez. Una obra de la historia política chilena de los últimos 45 años, narrada por Lulú en su lecho de muerte, donde recuerda sus noches de locura y placer junto a sus amantes, involucrando a una gran mayoría de personajes de la política reciente.
Para adentrarnos en los problemas que debieron sortear en el proceso de montaje y a las soluciones que arribaron, conversamos con la actriz que interpreta a Lulú, Macarena Andrews y el director Francisco Martínez, para que nos hagan partícipes de la experiencia de llevar a escena un texto de Benjamín Galemiri. Esto fue lo que nos confesaron:
– ¿Qué paralelismos encuentras entre la mujer actual, independiente, empoderada de su rol, y el personaje Post_Lulú? ¿Es impulsora, de alguna forma, este personaje en buscar caminos de realización femenina?
“Creo que Post-Lulú es precisamente la expresión de una mujer que no ha logrado su realización como tal y que solo ha logrado existir mediante los dispositivos de poder patriarcales y machistas que dominan la existencia de la gran mayoría de las mujeres en el mundo. Lulú encuentra un modo de sobrevivencia, que es el que le impone un hombre, el poder que obtiene al ser un objeto de deseo. Lo único realmente novedoso y verdaderamente atractivo en Lulú es su completamente carente necesidad de pedir disculpas y en eso parece una mujer del futuro.”
– ¿Es el personaje Lulú un puzzle existencial; y si es así, cuales serían sus razones?
“Supongo que sí, tiene algo de Alicia en el país de las maravillas – Lulú cae por la madriguera – la suya es un basural – una vez que arranca la obra es imposible predecir el viaje, sin embargo, es tan presente y su existencia tan real por parecer fantástica que finalmente logramos sentir, quizás no entender, las implicancias de ser quien ella es. Es un viaje empático. Sus razones – la misma de siempre, me parece. Quien debía cuidarla (su padre, su esposo, su amante, su país) la traicionó, simplemente porque podía hacerlo.”
– ¿Notas que la inclusión de soportes tecnológicos, como el video y la interacción que se produce en escena y en otro idioma, potencia la obra hacia otros recovecos narrativos?
“Sí, creo que fue un acierto en este espectáculo incluir los videos realizados por Dominga Bofill y Fernando Celedón/Norma Mor, y la traducción de los textos de Galemiri al alemán y Yiddish cuando corresponde. Aún más cuando esos textos fueron traducidos y grabados con el Traductor Google y su automatizada voz. Este acierto fue también el requerimiento de la obra – su segundo título es: La pena tecnológica. Y es una pena, que la tecnología nos revela tan a menudo lo que no entendemos ni sabemos cómo comprender. A mí personalmente, me interesa mucho trabajar sobre esto en el arte y la puesta en escena de Lulú explora la sobrecarga, lo foráneo, lo intercultural, lo que no se entiende…”
– La utilización del abanico vocal variado, subterráneo y, a veces así da la impresión, de ultratumba que utilizan, incluyendo efectos operáticos, ¿No instala al personaje más en el ámbito sígnico que en un nivel humano, reconocible?
“Por supuesto, como dice Mer García Navas nuestra productora, Lulú no es humana, es una diosa, kitsch, grotesca, e impresionantemente sexy. Todo en ella es mujer y sin embargo, no es es ninguna. Su voz creo yo, expresa esto, su profundidad, su poder camaleoníco de transformación, su ironía desmedida y su certeza por sobre todo que su vida retrata a miles y todas esas miles habitan en ella. Es un símbolo, más que un signo humano. Es por eso que existe en tantos formatos: novela, cine, ópera, es una suerte de diosa mitológica contemporánea.”
– La agresividad en utilizar el cuerpo en escena, con su correspondiente discurso también agresivo, es signo de los tiempos actuales?
“Puede ser, todos somos hijos de nuestra época. No sé bien cómo se despertó la intuición de Francisco Martínez, el director, por crear a esta mujer gigantesca en escena – recuerdo que todo se inició en el imaginario femenino que involucra a las prostitutas, las cortesanas, a las escorts y yo personalmente que me impresiono una y otra vez con su fuerza. Hay que ser muy fuerte para salir a la calle cada noche y enfrentar ese misterio masculino creador del más antiguo intercambio: sexo por dinero: un hermano despreciado del amor. Lo que sí me parece un signo permanente es que cada vez que una mujer expresa su fuerza, se interpreta como agresividad y Lulú es muy fuerte.”
– ¿Desde dónde instalas tu mirada artística y creadora, ya que tus estudios han sido tanto en Chile como en el extranjero; te permite otra mirada más amplia dicha formación? Háblanos de aquello.
“Espero que sí, el sentido del viaje y el encuentro con la otredad siempre ha tenido el propósito de abrir para mí la mirada. Supongo que es fundamental en mi mirada artística que algo de lo foráneo ha dejado de ser foráneo y por tanto también me pertenece.
¿Desde dónde haremos arte sino es desde lo que nos pertenece y cómo hacemos arte en este mundo donde todo parece no pertenecernos? Yo estuve en distintas escuelas, Artes Visuales en la Universidad de Chile, La Mancha en Santiago, estudié danza contemporánea varios años con Isabel Croxatto pero el único título que tengo es de Licenciada en Letras. Lingüística y Literatura Hispanoamericanas de la Universidad Católica y un Certificado Académico en Estética del Cine, y quizás es ahí donde siempre encuentro mi centro para trabajar, en la palabra y su increíble potencial para mentir y en la increíble tensión que provoca la imagen cinematográfica en mí, porque no podemos cambiarla, no está viva…
Por otro lado, he tenido la fortuna de estudiar Dramaturgismo en la Universidad de Glasgow, donde pude tomar más clases de actuación, teatro físico, trabajar como bailarina y performer e incluso realizar una residencia artística en Smolyan, Bulgaria – donde aprendí canto y danza griega clásica y mitología Yoruba.
Salir al mundo ofrece eso, es normal para alguien en este mundo estudiar danza clásica de Sudán y las formas teatrales Yoruba desde su origen en África hasta el traslado intercultural en Estados Unidos en la comunidad afro descendiente. Lo que por supuesto no es normal en absoluto para mí como chilena, pero si logro trabajar con esas personas, entonces, pasa a ser normal para mí también y de esa forma, cuando veo un círculo de mujeres u hombres bailando al son del tambor en una obra de un/a afro descendiente, ya no es diferente ni extraño, esa expresión artística es mía también ahora, porque sé qué es lo que están haciendo, mi cuerpo estuvo ahí y entonces, ocurre lo más increíble para mí, me doy cuenta que es casi igual al nguillatún y que por tanto, tan distintos no podemos ser.
Entonces en Lulú pasa un poco así, Heiner Müller no es un clásico que hay que estudiar, es alguien ha quien he dedicado gran parte de mis estudios teatrales. El teatro alemán y su tradición no son solo el canon, son aguas bravas en las que tuve que navegar ampliamente para poder ser dramaturgista, con profesores alemanes, pasando tiempo en Alemania, hablando con directores que trabajaron con Müller… Entonces, cuando aparece en escena, creo que lo conozco, porque también lo conozco, porque me dediqué a conocerlo y siento ese dolor que lo hace prender el cigarrillo una y otra vez en su clásica entrevista porque entiendo la pregunta: ¿cómo se puede expresar el desastre y la derrota?… Y Lulú es la derrota también.”
– ¿Cómo ha sido involucrarse con Benjamín Galemiri, en este trabajo en el doble rol de autor y actor? Tengo entendido que fué profesor tuyo. ¿Y que evoluciones notas en su obra?
“Yo soy una fan de Galemiri. No puedo evitarlo, me ha enseñado mucho de todo lo que sé, por sobre todo, me enseñó cómo ir a buscar lo que quiero aprender y hacer, sin miedo. Por tanto le agradezco profundamente. Ha sido un gran amigo y maestro, porque me dio alas para volar y siempre ha creído en ellas.
Conocí a Benjamín hace 14 años cuando estaba en mi segundo año de Letras y él llegó como profesor en residencia. Desde ese momento nos juntamos a tomar café y conversar. Entonces, él no cambia, Benjamín en la obra aparece hablando de su texto y tomando café. Lo difícil fue dejar que el cambio ocurriera en mí, yo no soy Maca ahí, soy Lulú y Lulú no le debe nada, incluso se pregunta quién es él y por qué y con qué derecho aparece a interrumpirle su relato como si tuviera algún control. Lulú no cree en los autores, ella cree en las consecuencias y ella es un cúmulo de consecuencias. A Lulú me parece, le resulta irrelevante si la consecuencia se debe a su acción o a la de otro, lo importante es la acción y qué se puede hacer a partir de ella. Lulú es nihilista y Benjamín es un místico.
Yo creo que Benjamín ha crecido profundamente como dramaturgo. Post-Lulú es uno de sus mejores textos para mí, tal como La Comedia Troskysta o Karl Marx Año Zero. Me gusta su evolución porque es la evolución de la honestidad, es más él, es más judío, es más místico, es más moral, es más ético, es más él porque ha hecho la pega de reconocer su propio viaje y todo esto lo expresa de forma más artística, apropiándose de las formas del mundo – eso para la teoría lo hace posmoderno, para otros es la expresión de la mundialización en oposición a la globalización, para Borges, quien tuvo un problema similar, simplemente sería un chileno porque nació en Chile.
Benjamín fue el que me enseñó que nada es realmente foráneo si te dedicas profundamente a conocerlo – esto es el procedimiento de la Kabbalah en pos de conocer el nombre de Dios y yo creo que él a través de su utilización indistintamente culta de referencias busca precisamente lo mismo que siempre ha intentado el arte, el modo de nombrar lo inefable…”
Ahora es el director Francisco Martínez quién responde algunas inquietudes:
– Francisco, háblanos de tus orígenes en el teatro, donde estudiaste y desde que óptica aplicas tu mirada en el quehacer artístico.
“Desde niño sabía que me dedicaría al teatro no se por qué pero así fue.
Estudié actuación en la Universidad Finis Terrae, luego estuve un año en el Teatro la Memoria Con Rodrigo Pérez, Marcos Guzmán y Alfredo Castro y posteriormente realicé el Magister en Artes con mención en Dirección Teatral en la Universidad de Chile. Respecto a la óptica, es una pregunta muy amplia, va a depender del proyecto. Generalmente me relaciono con textos y es a partir del texto que se desprende todo.”
– ¿Cómo te enteraste del monólogo La Post_Lulú, y cómo fue que llegastes a dirigirlo? ¿Que te atrajo de este desafió? ¿Habías trabajado antes el género monólogo?
“Me invitó Macarena, leí el texto y consideré que debía hacerlo, en primer lugar porque era una obra de Galemiri, lo que potencialmente nos haría llegar a espacios de carácter oficial y en segundo lugar por la historia del personaje y por el tipo de personaje que se relaciona con la historia del arte en diversos formatos. Esta multiplicidad de referencias y la estructura de cascada de la obra se presentó ante mi como un desafío artístico muy estimulante. Había dirigido monólogos solo como estudiante, este es el primer “monologo” que dirijo en el circuito profesional.”
– ¿Hallas referencias o paralelismos entre la mujer actual, empoderada de su rol y la Lulú?
“No, ya que finalmente es asesinada por un hombre, eso es muy triste. Es un personaje escrito desde el machismo ya que es gracias a su cuerpo utilizado como moneda de intercambio con hombres de poder que llega a escalar socialmente. Hay momentos donde parece estar empoderada en donde parece que está a gusto con su manera de vivir, pero eso es falso ya que finalmente es victima de una melancolía muy profunda que la hace entregarse y perderse así misma.”
– En la obra, resalta de sobremanera el trabajo gestual, físico y vocal potente, y casi agresivo; del personaje interpretado por Macarena, ¿que elementos te hicieron tomar esa decisión para construir en escena de esa manera a Lulú?
“La actriz es realmente presa de una estructura muy rígida y un “embalaje estético” así como lo es la humanidad del personaje que se esconde en el texto tras el mentiroso y artificial lenguaje lleno de referencias intelectuales y artísticas. De esta manera el esfuerzo sobre humano de la actriz por resistir ese modelo de actuación busca ser una señal de empatía para el espectador que debe esforzarse por resistir y encadenar las piezas que componen el relato.
Finalmente cuando esos dos esfuerzos, el de sostener desde la actuación esa “forma” y el de comprender desde la expectación esa “forma” caen, es cuando surge el encuentro humano en el corazón de la obra cuando Lulú cuenta su historia de niña y cómo llego a ser prostituida por su padre es ahí que la mascara cae.”
– Háblanos del vestuario, llama la atención que ocupa toda la escena y continua más allá incluso. Y porqué esa materialidad, que energía y texturas te entrega o buscastes?
“El plástico es por la basura del “basural” descrito en el texto, la forma se remite a la ópera y sus cortinajes y el volumen entendido como cantidad de material se remite a la acotación del autor “una obra llena de pliegues” y que estamos frente a un “gran personaje”
– ¿Quien y qué es, Post_Lulú?
“Es la reescritura de un personaje clásico que nace en la “Caja de pandora” de Wedekind y que ha sido llevada a distintos formatos a lo largo de la historia del arte.”
– ¿Te fue complejo trabajar un texto de Benjamín Galemiri?
“Si, pero no porque sea Galemiri, es vital comprender que todo texto tiene su propia complejidad y todo autor merece una acabada investigación.”
– Una última inquietud: ¿el espacio escénico es basura tecnológica, incluyendo los videos donde aparecen autores exponiendo su mirada?
“El espacio es un basural que remite también a los cortinajes clásicos y los videos son parte de la basura tecnológica y la sobreabundancia de medios en los que ha sido reproducido el personaje.”