La obra NIEBLA, de la autora Isidora Stevenson, responsable de títulos tan destacados como “Hilda Peña” y “Réplica”; se enmarca en aquellas piezas que aparentan ser solo una anécdota, pero que al interior de su interrogante, cargan un drama mayor sin solución.
Una obra en apariencia simple, sencilla, obvia. Casi aburrida de ver a dos mujeres mayores preguntarse por su cotidiano fluir existencial sin nada interesante que decirse.
La historia coloca en nuestra pantalla a Nena y Carmen, trabajadora y jefa de hogar. Mujeres de edad adulta con una relación laboral de toda una vida. En todo ese tiempo, la vida forjó entre ellas un vínculo más cercano que el meramente de empleada y patrona. El inicio muestra el momento en que tendrán por primera vez, a través de una videollamada, esa conversación que nunca tuvieron frente a frente y que la virtualidad facilita ahora.
Una virtualidad que existe pero que también instala indecisiones al depender de un factor ajeno y desconocido.
Y esta comunicación se va llenando de obstáculos en la medida que la tecnología permite apreciar el estado de las cosas en ambas mujeres.
Un lugar y posición irreversible. Un estado de las cosas inamovible.
Donde, lo que atesoraban en sus recuerdos era común y mutuo que las transformaba en cómplices, se descubre que se ha esfumado, que se ha ido configurando entre ambas una nube borrandolas del horizonte presente.
Una nebulosa como una fallida fotocopia de lo pasado.
Indecisiones que se instalan por recuerdos incompletos.
La simpleza con que desarrolla esta pieza teatral en exponer lo que deviene después de un inicio temeroso e inseguro, radica toda su fuerza y potencia en escenificar un tema que hace estragos al interior de las familias con la llamada enfermedad dulce, como se conoce al Alzheimer. Simpleza por la pequeñez de cada acción y gesto representativo en la nebulosa en que vamos entrando. Porque esta enfermedad es dolorosa para las personas que observan el paso a paso la desaparición de los lazos que se forman, transformados con el tiempo en recuerdos y momentos que unen a una familia y comunidad.
La narrativa de NIEBLA, de la autora Stevenson, ha presentado la exposición de un conflicto que posee muchas aristas y conclusiones, pero debido al formato streaming en que se ha trabajado la puesta en escena, hemos visto un primer acto que reduce sustancialmente la progresión dramática y la conclusión deviene abrupta.
Los roles interpretados por Gabriela Hernández como empleada y, de Gloria Munchmeyer de patrona, son creíbles al intervenir y encarnar los puntos de vista que la directora Soledad Gaspar pretendía.
La anécdota de este montaje se enmarca en una realidad que se ha ido configurando cada vez más en el país y ha ido traspasando lo íntimo en busca de políticas de tratamiento, de contención, de aceptación que, ni la sociedad ni el estado, han abordado.
FICHA TÉCNICA: Dramaturgia: Isidora Stevenson | Dirección: Soledad Gaspar | Elenco: Gloria Münchmeyer y Gabriela Hernández | Música: Damián Noguera | Audiovisual: Roberto Doveris | Producción: Teatro Finis Terrae