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La obra Nueva Zelanda, es una pieza re-estrenada en el Teatro Camilo Henríquez, conmemorando los 70 años que cumple el Círculo de Periodistas, institución al cual pertenece la sala, que este año ha programado montajes que han sido importantes en aquel espacio. Dicho aniversario trae aparejado la formulación de preguntas a varias inquietudes que atañen a jóvenes de menos de 35 años. ¿Qué ocurre cuando ya no podemos imaginarnos un mañana? Es el Leit Motiv que atraviesa toda la pieza.
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¿Existe un mañana para nosotros? ¿Las generaciones pasadas pensaron el tipo de sociedad que estaban construyendo y legando?
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Esta es la más reciente creación de la compañía La Desideria Teatro, escrita y dirigida por el actor y dramaturgo Antenor Allendes, egresado de la UC; ganador de La Rebelión de las Voces, con la obra Gaymale. Sobresale en el trabajo del autor la indagación que acostumbra trabajar con los siguientes ejes: el cruce de lenguajes, la urgencia política que posee su generación y la experimentación a modo de borrador, obteniendo un global atractivo que marcan sus montajes.
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Esta es una propuesta plagada de frases hechas que transitan libremente a lo largo de toda la narración, en un esquema/imitación de lenguaje cinematográfico, saturado de personajes esquizofrénicos, chillones, histéricos; como única manera de comunicación normalizada en el cotidiano donde todos se dirigen al mismo lugar. Personajes pertenecientes a un mismo espacio de inicio y llegada, en una circularidad interminable y caótica.
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La obra es reflejo de la época que estamos transitando (usando el concepto transitar nuevamente, porque los personajes transitan espacios, emociones, rabias, quejas, denuncias, búsquedas) con la amplificación propia que caracteriza a las recientes generaciones de creadores, siguiendo la manida tradición chilensis de exacerbar y burlarse de las desgracias.
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Una obra que se instala con propiedad, energía y fuerza, en los parámetros que nuestra cultura y modelo de sociedad neoliberal les ha inculcado en su formación, para que una vez educados y formados, conociendo las herramientas y recursos que necesitan, transformen esos parámetros y los re-interpreten en lógica concordancia con la visión de mundo y sociedad histérica que se les plantea en el futuro temprano.
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Entonces, retomando la pregunta inicial: ¿Qué ocurre cuando ya no podemos imaginarnos un mañana?
Nada.
Porque en un país donde las promesas se desvanecen al mismo ritmo que su estabilidad política y social, emergen obras, narraciones, propuestas escénicas, como un espejo brutal y necesario, donde solo cabe mirar para el lado.
por: GUILLERMO PALLACÁN. Crítico.