El libro Prácticas de teatralidad en Chile a partir del trabajo de Andrés Pérez Araya es la reivindicación apodíctica de las estéticas territoriales de expresión popular en el espacio público; además de ser un nuevo volumen que suma al catálogo de textos dedicados a las artes escénicas y el teatro de Editorial Universitaria.
En él se nos presenta la Investigación historiográfica sobre la práctica artística y el contexto del actor y director teatral chileno Andrés Pérez Araya que hiciera la actriz, dramaturga, directora y académica Ana Harcha Cortés. Aquí, a partir del trabajo de Andrés Pérez Araya, la autora acomete las problemáticas de la teatralidad y sus prácticas en el contexto cultural chileno, “visibilizando una serie de acciones activadas por Pérez y diversos colectivos de acción cultural, cuya práctica y naturaleza, desplazó la lectura acostumbrada de identidades y modos de activar conciencias respecto de Derechos Humanos, identidades de género, formas de activar la fiesta social, de protestar, de ritualizar”.
Con este texto, que comprende lo desarrollado en su tesis doctoral, Teatralidad, procedimientos de creación y configuración de la identidad en la obra escénica de Andrés Pérez Araya, Ana Harcha apunta a hacer una revisión historiográfica de la escena teatral chilena de las últimas cinco décadas y, de paso, apura con algunas preguntas con las que sin ambages interpela a los miembros de la escena teatral local: ¿qué es lo que entendemos cómo teatro?, ¿cuáles son las propuestas que nosotros estamos haciendo como creadores teatrales?, ¿qué hace el público en nuestras obras?, ¿quién es el otro en nuestro trabajo? Interrogantes que devienen de la premisa que guiaba el trabajo de Andrés Pérez: “antes de cualquier cosa que yo haga hay otro, y ese otro debe ser validado”.
“El teatro chileno tiene un punto de inflexión a partir de Andrés Pérez” es el adagio extendido en el mundo de las artes escénicas nacionales y, en su enunciado no hay error. No es equivocado pensar que hay un antes y un después, y no solo por su concepción de la teatralización, como lo plantea Harcha en su texto, sino también porque por su forma de acercarse y hacer teatro, Andrés Pérez legó una estética y una poética, pero fundamentalmente una ética teatral. Su teatro y su forma de hacerlo, es política, no en lo ideológico, sino en tanto reconoce y pone al otro como sujeto en el espacio público y lo valida en este en cuanto tal.
Mucho de aquella concepción de expresión pública ciudadana, deriva de su experiencia de adolescencia y juventud en Tocopilla, donde las manifestaciones populares se tomaban el espacio público. Donde aún permanecían resabios de las “Veladas culturales” y del teatro obrero de Recabarren. Así como también manifestaciones carnavalescas como las Murgas, la Fiesta de la Chaya o la Fiesta de la Primavera; o bien celebraciones populares religiosas con cofradías de bailes de “Chunchos”. Todas ellas heteróclitas ritualidades teatralizadas, cotidianas y comunes en los espacios públicos de los pueblos mineros del norte Chileno, de los cuales sin duda el joven Andrés bebió y se empapo de su seductora magia híbrida.
De hecho, la investigación que nos presenta Ana Harcha en “Prácticas de teatralidad en Chile a partir del trabajo de Andrés Pérez Araya”, se puede colegir que en el teatro de Andrés Pérez no solo hay una estética y una poética sui generis, sino también, y esencialmente, una reivindicación de estéticas territoriales de expresión y manifestación popular en el espacio público y, en tanto se valida al otro y lo otro como sujeto y objeto dialógico surge, en esta reivindicación, una ética.
Se crea un acto de ejercicio político. Una política que concibe la necesidad de reconocimiento del otro como espectador – y actor-, y la reivindicación de ambos – actor y espectador-, como sujetos validados en el espacio público en su expresión dialógica. Andrés Pérez, en su ética, con su teatralidad, según Harcha, reclama el derecho de ambos a la manifestación ritual y celebratoria del ciudadano en el espacio público.
En su singular concepción de espectáculo en espacio público se logran percibir vivencias y experiencias. Al creador Andrés Pérez le interesaba connaturalmente el facilitar el encuentro entre los cuerpos entrenados en la dramaturgia y la actuación, con los cuerpos de los ciudadanos, disciplinados en una multitud de técnicas, atravesados por diversas memorias e impulsados por diferentes identidades e imaginarios. He ahí la paradoja y la aporía: La imposibilidad de la construcción de una narrativa identitaria fija. Una acción deconstrucción del espacio, de la disciplina ciudadana y del actuar de los cuerpos en ese espacio público y ciudadano.
Deconstruir es darle una nueva estructura a la misma materialidad. El teatro de Andrés Pérez es la consecuencia de la convergencia de una multiplicidad de articulaciones devengadas del territorio y la temporalidad histórica de su existencia. De la hibridación y deconstrucción de estos. Ello se evidencia en su capacidad de articulación no solo estética sino, además, política presente en su dispositivo escénico/teatral y en su propia propuesta de vida. Es esta peculiaridad del teatro y de las acciones teatrales de Andrés Pérez es lo que Ana Harcha distingue como su Teatralidad. Un ejemplo de ello es tomar el melodrama de las películas mexicanas de los años ‘59 y ‘60 -que viera en el rotativo de los miércoles en cine de Tocopilla-, y singularizarlo para proponer una expresión de identidad popular y al melodrama como una democratización de una experiencia estética. Experiencia estética donde las articulaciones de teatralidad pueden ser hegemónicas o discordantes y sus personajes figuras epónimas cristologizadas.
El mismo Andrés Pérez es cristologizado por sus discípulos y por sí mismo, lo cual es otra articulación de su teatralidad. Y ello no es paradójico, ni singular, la teatralidad de Andrés Pérez es una teatralidad que prescinde de la protección de quienes definen qué es o no es teatro, qué es o no es arte, qué es o no es cultura, y se compromete con la vida, con el tiempo de las gentes, su conflicto con las estructuras de poder, sus preocupaciones cotidianas, sus modos de ocio. Andrés Pérez consolida la tendencia postmodernista en el teatro y la cultura.
Si eso es así; su teatro no fue solo un teatro de puesta en escena, fue un teatro que se expandió a las calles, a la esfera pública y a la esfera íntima. Para Pérez el teatro fue un instrumento para intervenir lúdicamente en el nuevo contexto político de la transición democrática en Chile. Pero fue también un instrumento para practicar y visibilizar identidades reprimidas. Ana Harcha Cortés en Prácticas de teatralidad en chile a partir del trabajo de Andrés Pérez Araya de Editorial Universitaria nos deja bien claro que el teatro de Andrés Pérez no puede escindir del momento histórico que vivió el país y se niega a la obliteración de un pasado ominoso.
En suma, Universitaria nos presenta un trabajo investigativo serio y consistente, que se presenta bien contextualizado en la escena política que permite el momento histórico, cultural y artístico en el cual desplegó su obra el actor, director y dramaturgo Andrés Pérez. Posiblemente, el carácter apodíctico de la problemática que en él se expone ameritaba otras lógicas epistemológicas, otros arsenales teóricos.
Pero qué duda cabe, este volumen es un inestimable aporte a la difusión y memoria de su pensamiento y legado artístico. Un documento que evidencia que la vida y obra de Pérez fueron el reflejo de su humanidad, de los tiempos y de las necesidades históricas en el que le toco vivir. Una crónica de esa convergencia de historia y vida que deja un acervo artístico y humano que merece ser protegido como patrimonio y memoria viva del arte y la cultura nacional.
Cabe aquí, antes de cerrar, este enunciado reflexivo de Walter Benjamín: “Articular históricamente lo pasado no significa “conocerlo como verdaderamente ha sido”. Consiste, más bien, en adueñarse de un recuerdo tal y como brilla en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado, imagen que se presenta sin avisar al sujeto histórico en el instante de peligro. El peligro amenaza tanto a la existencia de la tradición como a quienes la reciben. Para ella y para ellos el peligro es el mismo: prestarse a ser instrumentos de la clase dominante. En cada época hay que esforzarse por arrancar de nuevo la tradición al conformismo que pretende avasallarla”
Una declinación de ello es el actual teatro nacional el que se ha vuelto un Teatro inasible por su dramaturgia inamible. Donde lo temporal es entendido como acontecer histórico.
Ficha Bibliográfica
PRÁCTICAS DE TEATRALIDAD EN CHILE A PARTIR DEL TRABAJO DE ANDRÉS PÉREZ ARAYA
Harcha Cortés, Ana
ISBN 10: 9561125595 / ISBN 13: 9789561125599 Editorial: Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2017
Daniel Omar Bhega. Académico y Crítico de Arte.