El segundo montaje del Teatro La Sucia: “Santa Marta, las moscas también hablan”; indaga en las condiciones en que estudian jóvenes pre-adolescentes que nacen, crecen y se desarrollan en los extramuros del país. Un país que los tiene educándose en un basurero como lugar de aprendizaje.
Esta obra es un grito donde se escucha y logran entender las demandas estudiantiles, con su carga de agresividad representado en un matamoscas como arma de lucha y justificación.
Entre los malos olores y el humo que inunda el interior de una sala de clases deficiente, (por decir algo) se desarrolla la historia de cinco estudiantes que lo que menos hacen es concentrarse en estudiar, y que han sido encerrados ahí como una medida para salvarlos del desastre ambiental que significa vivir al lado de un vertedero.
Vertedero que está incendiándose.
La obra escrita por Javiera Mendoza es violenta en su concepto y ejecución. Con personajes que cargan sin excepción carencias de todo tipo, y que recurren a la violencia como lenguaje comunicacional en estos tiempos donde nadie los escucha ni logran respuestas, menos soluciones.
Son jóvenes fatalizados.
El montaje presenta un primer barniz significante que expone y potencia las diferencias entre los alumnos. Luego otra capa de sentido donde logran unir criterios y hacer un frente común de demanda ante la autoridad, en este caso la directora del establecimiento. Pero lo que más interesa es la visión que se han formado de la existencia, de la sociedad y que todas las puertas han sido clausuradas para impedir la libre circulación.
Pero también contiene estímulos de variada elaboración dirigidos al público para sorprender la mirada prejuiciosa que se posa sobre ellos.
El aspecto dramático concentra los esfuerzos en que cada personaje logre sobresalir e imponer su criterio, dándole protagonismo al aspecto formal en desmedro de ahondar en la sicología de los protagonistas; concentrándose en resaltar las personalidades avasallantes por sobre las frágiles, agrediéndose entre ellas, pero también colateralmente, a los espectadores como destino final.
La vociferación grupal cuyo destino es la sociedad como receptora del mensaje, tiene la connotación instintiva de agudizar las contradicciones para forzar cambios y modos de analizar la realidad en que sobreviven estos jóvenes, considerados moscas de ciudad y tratados como tales.
Lo expositivo sobre lo narrativo es lo que consideró la autora Javiera Mendoza, como lo más adecuado para las distintas voces contempladas en escena, que al pasar lista, es una sola voz fragmentada en varios niveles tonales.
Santa Marta, las moscas también hablan, es una obra arriesgada dando un paso adelante, e instalándose frente al país con una crudeza acompañada de una fresca indecencia, ya que la sociedad al carecer de conciencia de culpa, sigue matando las moscas que empañan los placeres culpables.
FICHA TÉCNICA: Dirección: Juan Gálvez. Dramaturgia: Javiera Mendoza
Elenco: Gonzalo Burgos, Catalina Stuardo, Mara Ibaceta, Hitzka Nudelman y Fernanda Calhueque. Diseño sonoro: Daniel Maraboli. Diseño integral: Rayen Morales. Diseño Afiche: Catalina Álvarez. Técnica Sonido: Javiera Barrientos.Técnica iluminación: Rayen Morales
Guillermo Pallacán R. Editor.