La obra de la compañía La Loca Teatro presentaba su última función de temporada el pasado 15 de julio en el Teatro Azares. El montaje se exhibe como un viaje hacia los sueños, y se vale de diversos recursos escénicos y actorales para poner en jaque las reglas del universo que habitamos.
El acto teatral supone que el espectador asista a una obra dispuesto a conectarse con la realidad que se le ofrece. Es decir, debe existir una voluntad por parte del espectador que justifique su asistencia a este encuentro y lo convierta en una pieza funcional dentro de lo que ocurre en la sala de teatro.
Bajo esta premisa, el propósito de los intérpretes no radica, entonces, en atraer al espectador a conectarse con la obra; sino más bien consiste en sostener durante toda la función, esa atención que el espectador voluntariamente le ha otorgado al montaje al decidir reservar una butaca.
¿Qué pasa, entonces, cuando una obra invita a sus espectadores a adentrarse en un viaje más profundo? ¿Un viaje que pretende llevarnos a lo más íntimo de nuestro ser y conectarnos con aquello que solamente ocurre cuando no somos conscientes de la realidad? ¿Cuándo las luces están apagadas, los ojos cerrados y el descanso de nuestra mente se toma las libertades más absurdas para dar explicación a aquello que muchas veces no parece tenerla?
El pasado viernes 15 de julio asistí al Teatro Azares para ver la última función de temporada de la obra ESPERPENTO, la historia de un hombre que despierta en una habitación completamente inmovilizado, que no sabe donde está ni cómo llegó ahí, y que por lo tanto está perdido y en busca de respuestas. Sin más opciones, realiza un viaje al inconsciente en donde recorre diferentes ámbitos de su vida, cada cual representado por una figura diferente: su madre, una amistad, un amor y Jesús.
El encuentro con la madre se presenta desde la niñez y nos exhibe a un adulto conectando con su niño interior; con esa emocionalidad volátil y exagerada propia de la inocencia frente a los estímulos del mundo. La amistad se presenta desde la pre adolescencia y nos muestra el juego como una herramienta de contacto con el otro. El amor se devela desde la juventud; ese amor profundo y sincero, donde las emociones priman por sobre todo lo demás. La religión se presenta de manera divertida y encuentra al protagonista con un Jesús más humano, divertido y flexible; que hace uso de graciosas artimañas para convencerlo de su doctrina.
Todo este vaivén de sucesos dispersos no guarda relación con la realidad, y sin embargo se nos hace incluso más familiar que la vida diaria, pues alimenta una consciencia que pareciera estar dormida; y nos permite conectar con los sueños en la vigilia y reflexionar en torno a aquello que más nos hace sentido, en un mundo que cada día nos parece más ajeno.
Para llevar a cabo esta historia, el montaje se vale de personajes presentados solamente a través de sombras, otros representados por marionetas, y otros que aparecen visiblemente en escena dotados de una corporalidad extra cotidiana. De esta forma, los intérpretes se enfrentan a la responsabilidad de conectarnos con lo onírico, lo que requiere de un trabajo sumamente energético que permita sostener la atención de un argumento que se acerca más a lo mágico que a lo real.
En cuanto a la escenografía, se vale de objetos simbólicos y de seres inanimados que cobran vida en escena. La escenografía depende en gran parte del diseño lumínico, que con gran astucia logra jugar con nuestros sentidos, ocultando aquello que es evidente y mostrando aquello que no lo es. Finalmente, la música proviene de la misma escena con un intérprete al teclado, y acompaña todo el montaje, dotando de sonidos cálidos los momentos más íntimos y de sonidos tétricos los momentos más extraños.
ESPERPENTO es una obra para contemplar, no para entender. Una propuesta estética que se sostiene en sí misma sin la necesidad de dar explicaciones a aquello que no lo tiene; como la inocencia, la amistad, el amor y la religión. La obra genera más dudas que certezas y nos invita a la pausa, la introspección y a despertar de aquello que muchas veces olvidamos por la aceleración del día a día.
FICHA ARTÍSTICA
Dramaturgia y dirección: Consuelo Tamayo
Asistencia de dirección: Claudio Espinoza/ Javier Canales
Composición musical: Diego Tamayo
Vestuario: Francisca Parra
Iluminación: Camilo Rojas
Realización marionetas: Qamasa Teatro/ Claudio Espinosa
Realización escenográfica: Qamasa Teatro
Producción: Eduardo Morales
Elenco: Javier Canales
Eulie Fritis
Rodrigo Cáceres
Pía Carvallo
Diego Tamayo
Consuelo Tamayo
Kristopher Muñoz.
Estefan Ramírez